La difusión constante, en la prensa local, de la creencia de que naves extraterrestres estaban surcando los cielos del País Vasco y comunidades vecinas (años 1974-1975) hizo que se formaran grupos que intentaban ponerse en contacto con seres de otros planetas utilizando, entre otras técnicas, la escritura “psicográfica”. Uno de estos colectivos, perteneciente a la Fraternidad Cósmica y ubicado en Bilbao, tuvo un sorprendente avistamiento (o eso creyeron) previa cita.
"Aquella hermosa noticia, en definitiva, vino a “recordarme” que la “comunicación” entre los seres del espacio y el hombre es hoy una experiencia real. De lo contrario, ¿cómo explicar lo sucedido la noche del citado 30 de julio en la cumbre del monte Umbe, en las proximidades de Bilbao?" (J.J. Benítez, 100.000 Kilómetros tras los ovnis. Plaza & Janes. Realismo fantástico, nº 72. Pág. 151).
Un miembro del grupo, M.G.M., se puso en contacto, empleando el método mencionado anteriormente, con el “guía” Oxalc y recibió el siguiente mensaje:
“ESTARÉIS DÍA 30 MONTE UMBE A LAS 11 DE LA NOCHE.”
M.G.M. preguntó para qué y la respuesta fue:
“TENDRÉIS PRUEBAS EVIDENTES DE NUESTRA EXISTENCIA.”
"¿Qué veremos?" (Pregunta M.G.M.)
“DOS NAVES.”
(Páginas 152 y 153)
Los diez integrantes de la asociación más seis amigos se dirigieron, la noche señalada (30 de julio de 1975), hacia el monte Umbe (lugar conocido por supuestas apariciones de la Virgen). Llegó la hora del contacto y como no sucedió nada se pusieron en comunicación con Oxalc. Éste les indicó que la visión se produciría a la una de la madrugada.
A las 1:00 horas, uno de los que no pertenecían al colectivo señaló al resto un punto rojo que había aparecido repentinamente en dirección ESE y empezaba a agrandarse.
"Aquel punto rojo que había aparecido súbitamente y como a unos 15 ó 20 grados sobre el horizonte, se aproximó hasta nosotros, permaneciendo a unos 40 ó 45 grados.
¡Era como un gran troncocono de un color anaranjado!
Hizo unos destellos blancos –como los “flashazos” de una cámara fotográfica- y se quedó estático, sobre el bosque que hay en aquella ladera del monte.
...De pronto, el ovni cambió de posición y apareció ante nuestros ojos como un “plato” y comenzó a girar sobre sí mismo, pero sin moverse del lugar. Aquello duró 30 ó 40 segundos. Inmediatamente, la nave se alejó a una velocidad vertiginosa. Y desapareció.
...Me recordó una pantalla de televisión cuando se apaga. Toda la superficie luminosa se fue reduciendo hasta quedar en un punto que también terminó por desaparecer...
Y, cosa desconcertante, ¡en el más absoluto silencio!"
(pág. 155)
De nuevo, como podremos ver a continuación, volvemos a encontrarnos con una vieja conocida, ¡la Luna!
El cielo mirando hacia el este
Si hacen una sencilla comprobación, por ejemplo mirar las efemérides astronómicas para esa madrugada, verán que el orto de nuestro satélite se producía, el día 31 de julio de 1975, a las 0:43 horas (GMT+2) hacia el Este. A las 1:00 horas tenía unos 3º de altura sobre el horizonte y un azimut de 253º.
La “nave” que vieron los observadores apareció, aproximadamente, por la misma dirección que lo hizo nuestro satélite. Además, hay más elementos que coinciden con la Luna: la coloración anaranjada (típica del astro cuando sale y se pone tras el horizonte), el tamaño aparente, la inmovilidad, el silencio absoluto, etc. Probables nubes, ubicadas en el horizonte, dejaron ver progresivamente al astro (aumento del tamaño aparente) y crearon la ilusión de acercamiento. La veloz desaparición del ovni tiene la misma explicación. Un ocultamiento progresivo de la Luna por nubes (disminución del tamaño aparente) fue interpretado como un alejamiento vertiginoso.
Por último, mencionar que este caso es uno de esos ejemplos que nos muestra, de forma patente, como las creencias y los deseos pueden influir en la percepción.