Para entender esta asombrosa historia hay que situarse en el otoño de 1954, año de la famosa oleada gala, y en la localidad vasco-francesa de Mendionde (Pyrénées-Atlantiques). El avistamiento se produjo el jueves día 7 de octubre del mencionado año y el testigo fue un vecino de la citada localidad.
El relato apareció publicado, inicialmente, en el diario Sud-Ouest del día 9 de octubre de 1954. El Diario Vasco, del martes día 12, reseñó lo siguiente sobre el insólito suceso:
“Esta vez ha sido un casero vasco, el señor Manes Guesurtia de la casa Harrohandia, quien ha estado a punto de descifrar el enigma de las extrañas aeronaves. Su sorprendente relato es, sin quitar punto ni coma, el siguiente: Anteayer jueves, cuando se dirigía a su trabajo, vio en medio de un prado, un extraño objeto que de lejos tenía forma de una seta. Al acercarse pudo comprobar que no era uno sino dos los aparatos de color rojo y de unos dos metros de diámetro y junto a ellos había dos hombrecillos no mayores de ochenta centímetros. Al ser descubierto por éstos le hicieron señas para que se acercara, balbuciendo algunos sonidos ininteligibles. Luego le mostraron uno de los aparatos gesticulando como si le invitaran a entrar en él.
Los pequeños tripulantes se metieron en el otro que, sin hacer ruido, despegó del suelo de forma vertical. El señor Guesurtia se dirigió al aparato pudiendo ver dentro de él a un tercer hombrecito pero la puerta de entrada se cerró bruscamente y el aparato se lanzó al espacio en la misma forma que el anterior. Los dos objetos se detuvieron un instante encima de Ursuya, desapareciendo luego con dirección Este.
Guesurtia puso el hecho en conocimiento de sus vecinos los que, examinando el lugar donde habían estado posadas las misteriosas máquinas, comprobaron que la hierba del prado aparecía machacada y amarillenta.
El señor Guesurtia, dice la información que acabamos de traducir, no ha salido aun de su asombro.”
Gerard Barthel y Jacques Brucker, autores de La grande peur martienne (1979), encontraron este relato plausible dentro del contexto ufológico y, además, había huellas en el terreno que daban más credibilidad a la narración. Se dirigieron a la localidad donde ocurrieron los hechos y preguntaron a los lugareños por esa historia. Éstos no recordaban el suceso y los dos estudiosos se dirigieron al ayuntamiento de Mendionde. Allí, una empleada sonrió al leer el relato y luego estalló en carcajadas. El señor Guesurtia no había habitado jamás la comunidad y la casa Harrohandia no había existido nunca. Les dijo que gezurtia, en euskera, significa ¡mentiroso! y harrohandia, ¡bocazas!
Barthel y Brucker fueron al país vasco, según cuentan, para nada. Su decepción la compensaron degustando la gastronomía de la zona.
El relato apareció publicado, inicialmente, en el diario Sud-Ouest del día 9 de octubre de 1954. El Diario Vasco, del martes día 12, reseñó lo siguiente sobre el insólito suceso:
“Esta vez ha sido un casero vasco, el señor Manes Guesurtia de la casa Harrohandia, quien ha estado a punto de descifrar el enigma de las extrañas aeronaves. Su sorprendente relato es, sin quitar punto ni coma, el siguiente: Anteayer jueves, cuando se dirigía a su trabajo, vio en medio de un prado, un extraño objeto que de lejos tenía forma de una seta. Al acercarse pudo comprobar que no era uno sino dos los aparatos de color rojo y de unos dos metros de diámetro y junto a ellos había dos hombrecillos no mayores de ochenta centímetros. Al ser descubierto por éstos le hicieron señas para que se acercara, balbuciendo algunos sonidos ininteligibles. Luego le mostraron uno de los aparatos gesticulando como si le invitaran a entrar en él.
Los pequeños tripulantes se metieron en el otro que, sin hacer ruido, despegó del suelo de forma vertical. El señor Guesurtia se dirigió al aparato pudiendo ver dentro de él a un tercer hombrecito pero la puerta de entrada se cerró bruscamente y el aparato se lanzó al espacio en la misma forma que el anterior. Los dos objetos se detuvieron un instante encima de Ursuya, desapareciendo luego con dirección Este.
Guesurtia puso el hecho en conocimiento de sus vecinos los que, examinando el lugar donde habían estado posadas las misteriosas máquinas, comprobaron que la hierba del prado aparecía machacada y amarillenta.
El señor Guesurtia, dice la información que acabamos de traducir, no ha salido aun de su asombro.”
Gerard Barthel y Jacques Brucker, autores de La grande peur martienne (1979), encontraron este relato plausible dentro del contexto ufológico y, además, había huellas en el terreno que daban más credibilidad a la narración. Se dirigieron a la localidad donde ocurrieron los hechos y preguntaron a los lugareños por esa historia. Éstos no recordaban el suceso y los dos estudiosos se dirigieron al ayuntamiento de Mendionde. Allí, una empleada sonrió al leer el relato y luego estalló en carcajadas. El señor Guesurtia no había habitado jamás la comunidad y la casa Harrohandia no había existido nunca. Les dijo que gezurtia, en euskera, significa ¡mentiroso! y harrohandia, ¡bocazas!
Barthel y Brucker fueron al país vasco, según cuentan, para nada. Su decepción la compensaron degustando la gastronomía de la zona.