sábado, 21 de julio de 2007

La "astronave" de El Provencio

El día 26 de junio de 1953 fue observado, por los vecinos de El Provencio (Cuenca), un “lucero” que se hallaba a una altura considerable, despedía una intensa luz y estaba, aparentemente, estático: “El fenómeno consistió en la aparición, a las siete de la mañana, de una luminaria que no se extinguió hasta las doce y seis minutos del día.” (Ya, 25 de julio de 1953).

El “extraño” objeto fue visto, también, en otros lugares de la provincia, como Honrubia y San Clemente (Ofensiva, 26 y 30 de julio de 1953). Desde Albacete se pudo presenciar un fenómeno parecido, probablemente el mismo que se observó en Cuenca (V-J Ballester Olmos, “El aterrizaje de Villares del Saz”, CÍCLOPE la incógnita del espacio, nº 17, 1969). Además, el día 23 de junio se vio sobre Palma de Mallorca un fenómeno similar.

El aspecto y comportamiento de este o estos objetos es el que suelen mostrar, generalmente, los globos estratosféricos cuando son vistos a gran altura. Sobre el origen de estos balones, Luis Eduardo Pacheco, que mantiene el excelente sitio Stratocat, considera lo siguiente (comunicación personal, 5 de julio de 2007):

“...Por lo tanto quedan tres posibilidades:

1) Que se trate de algún globo del proyecto "MOBY DICK" lanzado desde EEUU, y que varios de ellos alcanzaron las costas Europeas.

2) Se trate de algún lanzamiento efectuado desde Cerdeña o Milán ya que durante principios de la década de los 50's se efectuaron varios vuelos desde allí, con el objetivo de estudiar rayos Cósmicos. A la sazón, varios avistamientos de la oleada Francesa de 1954, tuvieron su origen en los balones lanzados desde Milán. Lo que no estoy seguro es de que existieran lanzamientos por esas fechas.

3) Lanzamientos efectuados bajo la égida del programa que existió en la Universidad de Bristol en Inglaterra. Esta ultima me resulta menos probable por una sencilla razón: los vientos estratosféricos en Verano deberían haber enviado el balón en dirección al Atlántico no a Europa.”


Uno de los testigos de El Provencio, D. Manuel Carlos Ruiz Schick (químico alemán que llegó esa mañana de Madrid, donde regentaba una cafetería, acompañado de su esposa que era natural del pueblo), obtuvo varias fotografías del citado objeto luminoso que calificó como “platillo volante”:

“El “lucero” tenía la forma –según nos cuenta don Manuel Carlos Ruiz Schick, que lo presenció- de una flor de Lis, de tamaño, a simple vista, de unos veinticinco centímetros y ofrecía una brillantez como de superficie cromada.” (Ya)



Noticia publicada por Ya


El señor Ruiz Schick, relata el diario madrileño:

“...lo observó detenidamente y consiguió, tras muchos y difíciles intentos, obtener algunas fotografías valiéndose de una máquina robot, utilizada por la aviación alemana, y que reúne las mayores garantías de precisión, a cuyo objetivo aplicó un prismático Zeiss de largo alcance.
-¿Y cómo vió usted el “lucero” al través del prismático?
-La impresión fue la de contemplar una luna llena, muy luminosa, con un color blanco lechoso y fluctuante, perfectamente redonda y del tamaño como el espacio de la Puerta del Sol.”

En un primer examen visual de las fotos, se aprecian algunos detalles que no concuerdan con lo relatado en la noticia del diario Ya. Por ejemplo: el cielo aparece negro lo que indica que las imágenes se obtuvieron durante la noche (el “lucero” fue visible en pleno día, desde las 7 de la mañana hasta las 12 del mediodía).

Las dimensiones del llamado “platillo volante” son enormes y no se corresponden con las que se obtendrían fotografiando una luz lejana en el cielo, presuntamente con un tamaño aparente muy pequeño, a pesar de aplicar o adosar al objetivo de la cámara unos prismáticos con el fin de ampliar la imagen.

Estas dos discordancias apuntan a que el Sr. Schick no fotografió el “lucero” que todos los vecinos del pueblo estaban observando. Entonces, ¿qué captó con su cámara el químico alemán?

Cuando vi las imágenes por primera vez, el supuesto “platillo” que aparece en ellas me recordó a la Luna. Nuestro satélite tiene un tamaño aparente considerable y fotografiándolo con esta técnica sí se puede conseguir el tamaño que muestran las fotos. Pero las fases lunares no presentan esa forma. Para salir de dudas, hice varias tomas de nuestro satélite (cuando estaba en fase de llena) empleando el mismo sistema que el testigo-fotógrafo. Esto es, aproximando la cámara fotográfica a un catalejo (método afocal) así, tal cual, sin adaptador. El Sr. Schick no da información, entre otros datos, del objetivo que usó y sobre el instrumento óptico que empleó dice: “...El prismático que yo tengo posee una fuerza de aproximación de 6 por 24...” (Ya, 25-7-1953).

En concreto, utilicé una cámara reflex con objetivo de 50 mm, un catalejo de 60 mm de diámetro con 30 aumentos (ambos apoyados en sendos trípodes), cable disparador y película color 35 mm de 400 ASA. El resultado fue el siguiente:




Con este método fotográfico (adosando el objetivo de la cámara al ocular del catalejo) resulta complicado alinear la cámara con el eje óptico del anteojo, por lo que, según como estén colocados (cámara y catalejo), el borde del ocular puede cortar el tema a fotografiar, en este caso la Luna dándole ese aspecto curioso.

Por otra parte, durante las noches de finales del mes de junio y principios de julio de 1953, la Luna era visible en el cielo. Su fase de llena aconteció el día 27 de junio. La observación se produjo el día 26 de junio y la publicación de las fotos se realizó el día 25 de julio. Con lo cual, el Sr. Schick tuvo tiempo suficiente para fotografiar a nuestro satélite y revelar los negativos.

Un afamado ufólogo se preguntaba, recientemente, si el objeto que aparece en las fotos de El Provencio era la "tinaja" que después aterrizó en Villares del Saz (suceso ocurrido el día 1 de julio y del que hay indicios que apuntan a una broma). Pues va a resultar que no, porque el objeto fotografiado era la Luna. Imaginando, por un instante, que fuese la "tinaja" que supuestamente tomó tierra en "La Islilla", tenía que ser una nave muy lenta porque tardó seis días en recorrer los 52 kilómetros, en línea recta, que separan ambas poblaciones. Vamos, que en bicicleta se tarda mucho menos.