El
caso nº 169 de Wonders in the Sky se
refiere al vuelo fantástico que tuvo el doctor Eugenio Torralba, gracias al
contacto que tenía con un alienígena volador llamado Zequiel: "Contact
with a flying Alien".
Resulta
extraño que se indique el año 1521. No hemos podido relacionarlo con ninguna
fecha señalada del caso. Por otra parte, parece ser que en dicho año Torralba no se encontraba en
Cuenca sino en Italia:
"Hasta
1526, vivió en Roma, Bolonia y Siena. Estaba en Roma cuando murió Fernando el
Católico en el año 1516. Este periodo duró aproximadamente unos ocho o diez
años." (Fernández, 2018, p. 43)
Origen de la información
Lo que se sabe de la vida de Torralba y de los hechos maravillosos
de su historia proviene del proceso inquisitorial de 1528 a 1531, es decir, de
sus propias declaraciones −algunas de ellas obtenidas bajo tormento− y de las
de testigos que manifestaban lo que él les había contado. Como observa Llorente
(1822, p. 231), "en ocho declaraciones que hizo en su proceso Torralba,
tuvo el cuidado de citar siempre personas ya difuntas, menos una, y esa la
delató a la Inquisición por escrúpulos después de haber profesado tan grande
amistad como se verá" (en referencia a Diego de Zúñiga).
Las audiencias y la sentencia de Torralba están recogidas en
diversas relaciones manuscritas. La que se conserva en la Biblioteca Nacional
de Madrid, “Proceso que se fulminó contra
el doctor Eugenio de Torralba en la Inquisición de Cuenca año de 1531”, fue
la copia utilizada por Caro Baroja (1992), conforme en lo sustancial a la que
poseía y utilizó Menéndez y Pelayo (1880). Puede leerse transcrita con
ortografía modernizada en la referencia de Fernández Carrasco (2018). En lo que
sigue, las citas proceden de esta última referencia, salvo que indiquemos otra
fuente.
Origen y descripción del
espíritu
Fue uno de los amigos de Torralba en Roma, fray Pedro, un fraile
dominico dado a las ciencias ocultas, quien puso a su disposición de por vida a
Zequiel, un espíritu bueno que hasta entonces había estado al servicio del
dominico (Menéndez, 1880).
Zequiel (a veces escrito Zaquiel y también Çequiel o Çaquiel) se
dejaba ver “en figura de hombre con gesto venusto blanco vestido de una
vestidura de color roja como receptor y encima una sobre vestidura negra" ("en
figura de un joven blanco y rubio con vestido encarnado, y sobretodo
negro", según Llorente (1822)).
Torralba añadía que "algunas veces viene en hábito de
ermitaño o religioso con hábito honesto y nunca en figura de mujer sino de
hombre de edad de hasta 20 o 30 años" (con aspecto de "peregrino"
o bien de "ermitaño", indica Llorente (1822)).
Representación de
Zequiel
Zequiel se presentaba a Torralba en templos e iglesias, en los
campos y "muchas veces en su posada y estando en la cama". También se
le apareció cuando estaba preso, pero Torralba “no le quiso escuchar ni hablar,
metiéndose entre los compañeros de cárcel".
¿Alguien más vio al
espíritu, aparte de Torralba?
Torralba declaró que era el único que veía a Zequiel. No obstante,
de manera excepcional, tras hacerle “muchos ruegos e importunaciones”,
consiguió que también se dejase ver en una ocasión por el cardenal de Volterra
(Francesco Soderini), a cuyo servicio estaba Torralba.
Igualmente declaró que, estando en compañía de "don Diego de
Zúñiga y el secretario Acevedo maestre de campo que fue en Italia y en
Saboya" cerca de "una villa llamada Barceloneta" (que Llorente
sitúa en el Piamonte), "vino el dicho espíritu estándose paseándose en el
campo los susodichos que le tuvieron miedo diciendo que habían visto cierta cosa
que se fuesen de allí". Torralba les explicó de quién se trataba, que no
era un espíritu maligno y que, por tanto, no debían tener miedo. Zúñiga llegó a
pedir a Torralba poder verlo, pero éste le aclaró que no estaba en su mano
obligarlo a mostrarse.
Preguntado Torralba “si el dicho espíritu es palpable y le ha
tentado” respondió en el proceso que el personaje no consentía que lo tocaran.
En cambio, también explicó que en cierta ocasión propinó un “empujón” que dejó
“muy turbado” a un paisano de Cuenca que se llamaba Tomás de Silva, alias
Salcedo, cuando paseaba con Torralba por el muelle de Nápoles.
De cuántos
"vuelos" se habló
Nadie fue testigo de los presuntos vuelos de Torralba en compañía
de Zequiel. Antes de su extraordinario viaje de ida y vuelta de Valladolid a
Roma en 1527, que coincidió con el ”sacco di Roma” por parte de las tropas
imperiales, ya habría hecho un viaje similar de Roma a Venecia en 1513. Aunque
en un primer interrogatorio negó tales extremos, posteriormente acabó
declarando lo siguiente (Fernández, 2018; Caro 1990 y 1992):
“Preguntado si el dicho espíritu Zequiel
le ha transportado corporalmente a alguna parte y de la manera que lo lleva,
dijo que hacía 15 años [es decir, en 1513] que el dicho espíritu llevó a este
confesante desde Roma a Venecia queriendo hablar este confesante a un amigo
suyo y que se llama Alejandro de Becara y asimismo estando en Valladolid el mes
de mayo próximo pasado [mayo de 1527] habiéndole visto dijo el dicho Zequiel
que de cómo aquella hora era entrada Roma y saqueada se lo dijo y este
confesante se lo dijo a algunas personas y lo supo el emperador pero este
confesante no lo creyó, antes, se reía de lo que decía y otra noche siguiente
el dicho espíritu Zequiel viendo que no quería creer nada le persuadió que
fuese con él que lo llevaría a Roma y lo volvería la misma noche y así fue que
el dicho espíritu y este confesante salieron a las 4 horas de la noche
paseándose hasta fuera de la villa de Valladolid y estando fuera le dijo el
dicho espíritu no haber paura fidate de
me [no tengas miedo, confía en mí] que yo te prometo que no tendrás ningún
desplacer per tanto piglia a queso in mano [ten eso en la mano] y a este
confesante le pareció que cuando lo tomó en la mano era un leño nudoso y dijo a
este confesante cierra occhi [cierra
los ojos] y cuando los abrió le pareció a este confesante ser tan cerca de la
mar que con la mano la podría tomar y después le pareció cuando abrió los ojos
como dicha tierra le pareció una grande oscuridad a manera de nube y después un
resplandor donde tuvo este confesante un gran miedo y temor y el dicho espíritu
le dijo noli timere bestia fieia [no temas bestia fiera], ho oqui
[?].
Así lo hizo
este confesante y cuanto se acordó por espacio de media hora se halló en Roma
en el suelo y le demandó a este confesante doui pensate che estate
adesso [¿dónde
crees que estas ahora?] y este confesante dijo que estaba en torre de
Nona y allí contó este confesante que dio el reloj del castillo de san Ángel
las cinco horas de la noche y así fueron este confesante y el espíritu paseando
y hablando hasta torre de santa Ginia donde vivía el obispo de Copis Tudesco y
vio este confesante sacar muchas cosas y vio y sintió todo lo que en Roma
pasaba y de allí se tornó de la manera que dicho tiene ser espacio de hora y
media hasta Valladolid que le tornó a su posada que es cerca del monasterio de
San Benito y que estuvo con él después un poco y le dijo de aquí adelante me
crees omini cosa valet [cuanto yo te
diga].”
(Téngase en cuenta que, según Torralba, Zequiel se expresaba en latín y en italiano.)
También hay que mencionar que, durante
el proceso, su delator Diego de Zúñiga declaró como testigo que Torralba ya le
había hablado en 1520 de “que iba y venía a Roma en
una noche y que llevaría delante una guía” que “resplandecía como el fuego”.
Zúñiga no recordaba si el viaje era cabalgando una caña u otra cosa.
Sobre
el proceso y el motivo de la condena
"No
se trata de una leyenda o tradición oral, estamos ante un caso real, un proceso
inquisitorial a una persona, donde es juzgada y condenada por haber realizado
un viaje extraordinario y haber tenido un espíritu a su servicio."
(Fernández, 2018)
No está claro qué motivó a Diego de Zúñiga a denunciar a su
antiguo amigo Eugenio Torralba ante la Inquisición. Lo cierto es que el
inquisidor general entre los años 1523 y 1538, Alonso Manrique, reformó el tema
de las denuncias por edicto, introduciendo seis capítulos sobre magia,
adivinaciones y astrología. En uno de ellos solicitaba que se denunciara a las
personas de las que se oyera decir que tenían espíritus familiares o que
invocaran al demonio (Llorente, 1822; Fernández, 2018, pp. 71-72).
Según Caro Baroja (1992), “existen varios procesos de la
Inquisición española contra escolares acusados de tener un espíritu familiar, y
siempre fueron condenados porque los inquisidores consideraron que estos
familiares, por mucho que dijeran los encausados que eran buenos, tenían que
ser malos”. Torralba insistió en la
bondad de Zequiel −salvo bajo tormento, cuando declaró que ya lo tenía por malo
por ser la causa de su desgracia (Llorente, 1822; Fernández, 2018)− pero no le
sirvió para evitar su condena. En opinión de Caro Baroja, el inquisidor de
Cuenca “se limitó a proseguir el asunto del modo más jurídico que pudo y sin
dudar (...) por un momento de que Zaquiel era un espíritu malo, de acuerdo con
principios que se hallan expuestos en libros de Derecho inquisitorial”.
Posterior conversión en mito
literario
Después
del proceso, la figura de Torralba perduró en la literatura convertida en un
mito, cuyos detalles guardaban poca relación con la historia original.
Treinta
años después, Luis Zapata se ocupaba del asunto en el poema épico “Carlo famoso” (1566), donde Torralba era un nigromante famoso y Zaquiel un espíritu
maligno con figura de viejo (Caro, 1992).
Pero,
sin duda, la cita más famosa es la que le dedicó Miguel de Cervantes ochenta
años después en el capítulo XLI de la "Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha" (1615), con intervención diabólica incluida:
“...
acuérdate del verdadero cuento del licenciado Torralba, a quien llevaron los
diablos en volandas por el aire caballero en una caña, cerrados los ojos, y en
doce horas llegó a Roma, y se apeó en Torre de Nona, que es una calle de la
ciudad, y vio todo el fracaso y asalto y muerte de Borbón, y por la mañana ya
estaba de vuelta en Madrid, donde dio cuenta de todo lo que había visto; el
cual asimismo dijo que cuando iba por el aire le mandó el diablo que abriese
los ojos, y los abrió y se vio tan cerca, a su parecer, del cuerno de la luna,
que la pudiera asir con la mano, y que no osó mirar a la tierra, por no
desvanecerse.”
Por
citar un ejemplo más reciente, Ramón de Campoamor publicó en 1888 el poema “El licenciado Torralba, poema en ocho cantos”.
Inclusión
del caso en Wonders in the Sky
¿Por qué incluyen Vallée y Aubeck este caso en su libro si la obra
está dedicada a los “objetos aéreos inexplicados”?
Una de las reglas seguidas para incluir un caso en el libro fue ("regla
3"):
"El
fenómeno debe estar vinculado con un fenómeno aéreo o estar
estrechamente relacionado con el contacto con un objeto aéreo o una entidad no
humana. También aquí hemos relajado las exigencias al remontarnos atrás en el
tiempo."
De todas maneras, los autores admitían que
incluir este tipo de casos en que aparecen entidades no asociadas a fenómenos
aéreos es problemático. Por un lado, habrían preferido evitarlos para que el
lector no acabara pensando que detrás de los fenómenos hay necesariamente determinados
tipos de entidades. Pero, por otro lado, creían necesario informar al lector de
que los relatos de interacción con entidades sobrenaturales han coexistido con
los informes sobre fenómenos aéreos a lo largo de la historia. En la práctica, optaron por retener sólo los ejemplos en
que la interacción tuviera “una especial relevancia para el fenómeno global”.
Distinguir los relatos ficticios de los auténticos es hoy tarea imposible
−señalaban− pero incluirlos todos no era una opción práctica, dado su elevado
número. Además, habría desvirtuado el propósito del catálogo, centrado en los
testimonios de objetos o fenómenos aéreos.
Aun así, la cuestión de los criterios de inclusión no parece haber
quedado totalmente consensuada entre los propios autores. Uno de los ejemplos
incluidos en el libro (caso nº 82, en torno a 1050, Vinland, Newfoundland) recoge la aparición de
una mujer vestida de negro relatada en una saga islandesa. No obstante, hacen
constar que para uno de los autores podría ser considerada “una historia de
fantasmas más que un caso OVNI”, mientras que el otro defiende que "numerosos
informes modernos de visitas alienígenas entran dentro de esta misma categoría
y siguen idéntico modelo".
El
caso de Eugenio Torralba ya ha sido relacionado en otras ocasiones con la
temática ufológica. Por ejemplo, Salvador Freixedo (1978) calificaba el caso de
“contacto extraterrestre” entre comillas, pues consideraba que “lo que mucha
gente llama “extraterrestres“ probablemente no sean sino manifestaciones de
entidades que no proceden de fuera de la Tierra, sino de otros niveles de
existencia de nuestro mismo planeta”. Como han hecho otros ufólogos, destacaba
que la descripción del misterioso ser como “muy blanco y muy rubio” coincide
con “lo que muchos de los modernos contactos nos dicen de los personajes que
los visitan o que los transportan en sus naves”.
Opiniones
sobre el caso
En su "Historia crítica de la Inquisición española", el
sacerdote Juan Antonio Llorente calificaba a Torralba de “gran embustero y
loco”, señalando que en sus declaraciones incurrió en contradicciones “como
acontece a los que mienten mucho en diferentes tiempos y circunstancias”.
Llorente se mostraba sorprendido por “la temeridad del reo, en el empeño de
hacer creer sus cuentos como sucesos verdaderos, aun a costa de más de tres
años de prisión, y del tormento de cuerda”. Lo consideraba un ejemplo de lo que
puede llegar a ocurrir cuando alguien se empecina en “adquirir un renombre
famoso por algún rumbo” sin importarle las últimas consecuencias (Llorente,1822).
A finales del mismo siglo XIX, Marcelino Menéndez
Pelayo describió a Torralba como el único "hombre de ciencia español"
del que tenía noticia "que pueda ser calificado plenamente de nigromante
docto a la vez que de escéptico y cuasi materialista" (Menéndez, 1880). En
su opinión era, además, "un loco de atar", añadiendo que "así lo
entendió la Inquisición, y por eso no perdió el tiempo en atormentarle ni
quemarle" (Menéndez, 1879).
Posteriormente, Julio Caro Baroja puntualizaría: “Sí
le atormentó —hay que corregir— y si fue considerado loco o no, no se puede inducir
del proceso extractado” (Caro, 1992). Para dicho antropólogo, el doctor
Torralba –“médico, taumaturgo, cabalista y neoplatónico, italiano de
formación”− fue “el mago más famoso del Renacimiento español o
hispano-italiano” y un paradigma de lo que él denominaba “personificación”:
“En todo caso Torralba queda también como un enigma
psicológico, como un mitómano que pretende personificar viejas leyendas sobre
viajes extraordinarios, como las que corrieron en la Edad Media y el
Renacimiento, y que vive vinculado a Zaquiel en forma nunca vista en sociedades
o, mejor, asociaciones de hombre y espíritus en la España renacentista, pero
aceptada desde época antigua en otros países y otros medios. No puede
sostenerse tampoco que fuera un loco a secas, como pretendió Menéndez Pelayo,
so pena de incluir en esta categoría a cantidad de hombres conocidos del siglo
III al XVI.”
Precedentes
de la historia del "vuelo"
En efecto, el viaje extraordinario a Roma asistido por un demonio
tiene una larga tradición que arranca en la Edad Media. Así pudo comprobarlo Benito
Jerónimo Feijoo (1742 y 1745) cuando, habiendo oído hablar de la transportación
mágica del obispo de Jaén, encontró constancia de un “viaje” similar en la Crónica general de Alfonso X (1906, p.
206), pero atribuido a un obispo galo-romano, San Antidio de Besanzón. Feijoo
constató que esta versión del relato procedía de la Chronographia de Sigeberto de Gembloux, al tiempo que daba noticia
de otra versión protagonizada por San Máximo, obispo de Turín.
Pero no son estos los únicos precedentes que restan originalidad a
los “vuelos” de Torralba. Menéndez y Pelayo (1880) resumía así las andanzas de
un personaje prácticamente contemporáneo al doctor conquense, pero algo
anterior:
"Una historia algo parecida [a la de Torralba], pero no
confirmada, como ésta, por documentos judiciales y auténticos, cuentan en
Navarra y la Rioja (tierras clásicas de la brujería española) del cura de
Bargota, cerca de Viana, que hacía extraordinarios viajes por el aire, pero
siempre con algún propósito benéfico o de curiosidad, v. gr., el de salvar la
vida a Alejandro VI contra ciertos conspiradores, el de presenciar la batalla
de Pavía, etc., todo con ayuda de su espíritu familiar, cuyo nombre no se
dice."
(Para más detalles, ver Llorente (1822) y Caro (1992).)
Prudencio de Sandoval (obispo de Pamplona a principios del siglo XVII)
refería en su Historia de la vida y
hechos del emperador Carlos V (1618) una demostración pública del vuelo de
una bruja con ayuda de un ungüento que habría tenido lugar en Navarra en 1527,
es decir, en el mismo año del famoso viaje de Torralba a Roma. Obviamente no
existen actas dando fe de este inverosímil acontecimiento −por cierto, anterior
a Sandoval−, pero su simple mención como hecho "histórico" permite
entender que, para muchos, en la mentalidad de la época, los viajes aéreos de
los que hablaba Torralba o los del cura de Bargota no debían de parecer tan
descabellados.
De hecho, en pleno Siglo de las Luces, el padre Feijoo aún pudo
interrogar (y desenmascarar) a un tal Pedro Moreno que, inspirado al parecer
por la historia del obispo de Jaén, andaba contando haber hecho el viaje de
Oviedo a Madrid con prodigiosa rapidez, con ayuda de un báculo que le entregó
un misterioso fraile (Feijoo, 1742).
Conclusiones
En el siglo XVI llegó a haber división de opiniones sobre el
carácter de los vuelos de los brujos. ¿"Son llevados corporalmente por el
aire" por los demonios? ¿O bien "es ilusión o engaño con que el
demonio se lo hace creer en sueños o en vigilia"? (Arce de Otálora, 1995)
Aquella controversia no desentonaría hoy con la que se da en
algunos círculos ufológicos y paraufológicos. ¿Son los contactos con
extraterrestres lo que aparentan o son fantasmagorías inducidas en las mentes
por algún agente no humano? Historias como la de Torralba son contempladas a la
luz de las historias de nuestros días para intentar demostrar que ese agente
extrahumano ha estado interviniendo a lo largo del tiempo, siendo interpretado
en cada época de acuerdo a los parámetros culturales y religiosos del momento.
Sin embargo, en casos como el del doctor Torralba es mucho más
realista aterrizar en el terreno de las explicaciones puramente antropológicas,
teniendo en cuenta la absoluta falta de pruebas de los presuntos hechos
maravillosos, los precedentes de la historia, la trayectoria vital del
protagonista, el entorno en el que se desenvolvía y la mentalidad de la época.
La única incógnita que razonablemente persiste es cuánto de
superchería o impostura y cuánto de mitomanía o trastorno psiquiátrico pudo
haber en el caso de Torralba. Por otro lado, ésos y no las intervenciones
alienígenas serían los únicos nexos de unión −puramente humanos− con las
actuales historias de contactados.
Referencias
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Feijoo, Benito Jerónimo (1742). De la transportación mágica del Obispo de
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Feijoo, Benito Jerónimo (1745). Nuevas noticias en orden al caso fabuloso del Obispo de Jaén. Cartas eruditas y
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"Celestina": aportaciones interpretativas, p. 236. Universitat
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Manuel Borraz y Juan Carlos Victorio