sábado, 29 de enero de 2022

Maravillas en el cielo (9): Cuenca, 1521

El caso nº 169 de Wonders in the Sky se refiere al vuelo fantástico que tuvo el doctor Eugenio Torralba, gracias al contacto que tenía con un alienígena volador llamado Zequiel: "Contact with a flying Alien".

Resulta extraño que se indique el año 1521. No hemos podido relacionarlo con ninguna fecha señalada del caso. Por otra parte, parece ser  que en dicho año Torralba no se encontraba en Cuenca sino en Italia:

"Hasta 1526, vivió en Roma, Bolonia y Siena. Estaba en Roma cuando murió Fernando el Católico en el año 1516. Este periodo duró aproximadamente unos ocho o diez años." (Fernández, 2018, p. 43)


Origen de la información

Lo que se sabe de la vida de Torralba y de los hechos maravillosos de su historia proviene del proceso inquisitorial de 1528 a 1531, es decir, de sus propias declaraciones −algunas de ellas obtenidas bajo tormento− y de las de testigos que manifestaban lo que él les había contado. Como observa Llorente (1822, p. 231), "en ocho declaraciones que hizo en su proceso Torralba, tuvo el cuidado de citar siempre personas ya difuntas, menos una, y esa la delató a la Inquisición por escrúpulos después de haber profesado tan grande amistad como se verá" (en referencia a Diego de Zúñiga).

Las audiencias y la sentencia de Torralba están recogidas en diversas relaciones manuscritas. La que se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid, “Proceso que se fulminó contra el doctor Eugenio de Torralba en la Inquisición de Cuenca año de 1531”, fue la copia utilizada por Caro Baroja (1992), conforme en lo sustancial a la que poseía y utilizó Menéndez y Pelayo (1880). Puede leerse transcrita con ortografía modernizada en la referencia de Fernández Carrasco (2018). En lo que sigue, las citas proceden de esta última referencia, salvo que indiquemos otra fuente.


Origen y descripción del espíritu

Fue uno de los amigos de Torralba en Roma, fray Pedro, un fraile dominico dado a las ciencias ocultas, quien puso a su disposición de por vida a Zequiel, un espíritu bueno que hasta entonces había estado al servicio del dominico (Menéndez, 1880).

Zequiel (a veces escrito Zaquiel y también Çequiel o Çaquiel) se dejaba ver “en figura de hombre con gesto venusto blanco vestido de una vestidura de color roja como receptor y encima una sobre vestidura negra" ("en figura de un joven blanco y rubio con vestido encarnado, y sobretodo negro", según Llorente (1822)).

Torralba añadía que "algunas veces viene en hábito de ermitaño o religioso con hábito honesto y nunca en figura de mujer sino de hombre de edad de hasta 20 o 30 años" (con aspecto de "peregrino" o bien de "ermitaño", indica Llorente (1822)). 

Representación de Zequiel

Zequiel se presentaba a Torralba en templos e iglesias, en los campos y "muchas veces en su posada y estando en la cama". También se le apareció cuando estaba preso, pero Torralba “no le quiso escuchar ni hablar, metiéndose entre los compañeros de cárcel".


¿Alguien más vio al espíritu, aparte de Torralba?

Torralba declaró que era el único que veía a Zequiel. No obstante, de manera excepcional, tras hacerle “muchos ruegos e importunaciones”, consiguió que también se dejase ver en una ocasión por el cardenal de Volterra (Francesco Soderini), a cuyo servicio estaba Torralba.

Igualmente declaró que, estando en compañía de "don Diego de Zúñiga y el secretario Acevedo maestre de campo que fue en Italia y en Saboya" cerca de "una villa llamada Barceloneta" (que Llorente sitúa en el Piamonte), "vino el dicho espíritu estándose paseándose en el campo los susodichos que le tuvieron miedo diciendo que habían visto cierta cosa que se fuesen de allí". Torralba les explicó de quién se trataba, que no era un espíritu maligno y que, por tanto, no debían tener miedo. Zúñiga llegó a pedir a Torralba poder verlo, pero éste le aclaró que no estaba en su mano obligarlo a mostrarse.

Preguntado Torralba “si el dicho espíritu es palpable y le ha tentado” respondió en el proceso que el personaje no consentía que lo tocaran. En cambio, también explicó que en cierta ocasión propinó un “empujón” que dejó “muy turbado” a un paisano de Cuenca que se llamaba Tomás de Silva, alias Salcedo, cuando paseaba con Torralba por el muelle de Nápoles.


De cuántos "vuelos" se habló

Nadie fue testigo de los presuntos vuelos de Torralba en compañía de Zequiel. Antes de su extraordinario viaje de ida y vuelta de Valladolid a Roma en 1527, que coincidió con el ”sacco di Roma” por parte de las tropas imperiales, ya habría hecho un viaje similar de Roma a Venecia en 1513. Aunque en un primer interrogatorio negó tales extremos, posteriormente acabó declarando lo siguiente (Fernández, 2018; Caro 1990 y 1992):

“Preguntado si el dicho espíritu Zequiel le ha transportado corporalmente a alguna parte y de la manera que lo lleva, dijo que hacía 15 años [es decir, en 1513] que el dicho espíritu llevó a este confesante desde Roma a Venecia queriendo hablar este confesante a un amigo suyo y que se llama Alejandro de Becara y asimismo estando en Valladolid el mes de mayo próximo pasado [mayo de 1527] habiéndole visto dijo el dicho Zequiel que de cómo aquella hora era entrada Roma y saqueada se lo dijo y este confesante se lo dijo a algunas personas y lo supo el emperador pero este confesante no lo creyó, antes, se reía de lo que decía y otra noche siguiente el dicho espíritu Zequiel viendo que no quería creer nada le persuadió que fuese con él que lo llevaría a Roma y lo volvería la misma noche y así fue que el dicho espíritu y este confesante salieron a las 4 horas de la noche paseándose hasta fuera de la villa de Valladolid y estando fuera le dijo el dicho espíritu no haber paura fidate de me [no tengas miedo, confía en mí] que yo te prometo que no tendrás ningún desplacer per tanto piglia a queso in mano [ten eso en la mano] y a este confesante le pareció que cuando lo tomó en la mano era un leño nudoso y dijo a este confesante cierra occhi [cierra los ojos] y cuando los abrió le pareció a este confesante ser tan cerca de la mar que con la mano la podría tomar y después le pareció cuando abrió los ojos como dicha tierra le pareció una grande oscuridad a manera de nube y después un resplandor donde tuvo este confesante un gran miedo y temor y el dicho espíritu le dijo noli timere bestia fieia [no temas bestia fiera], ho oqui [?].         

Así lo hizo este confesante y cuanto se acordó por espacio de media hora se halló en Roma en el suelo y le demandó a este confesante doui pensate che estate adesso [¿dónde crees que estas ahora?] y este confesante dijo que estaba en torre de Nona y allí contó este confesante que dio el reloj del castillo de san Ángel las cinco horas de la noche y así fueron este confesante y el espíritu paseando y hablando hasta torre de santa Ginia donde vivía el obispo de Copis Tudesco y vio este confesante sacar muchas cosas y vio y sintió todo lo que en Roma pasaba y de allí se tornó de la manera que dicho tiene ser espacio de hora y media hasta Valladolid que le tornó a su posada que es cerca del monasterio de San Benito y que estuvo con él después un poco y le dijo de aquí adelante me crees omini cosa valet [cuanto yo te diga].”

(Téngase en cuenta que, según Torralba,  Zequiel se expresaba en latín y en italiano.)

También hay que mencionar que, durante el proceso, su delator Diego de Zúñiga declaró como testigo que Torralba ya le había hablado en 1520 de “que iba y venía a Roma en una noche y que llevaría delante una guía” que “resplandecía como el fuego”. Zúñiga no recordaba si el viaje era cabalgando una caña u otra cosa.


Sobre el proceso y el motivo de la condena

"No se trata de una leyenda o tradición oral, estamos ante un caso real, un proceso inquisitorial a una persona, donde es juzgada y condenada por haber realizado un viaje extraordinario y haber tenido un espíritu a su servicio." (Fernández, 2018)

No está claro qué motivó a Diego de Zúñiga a denunciar a su antiguo amigo Eugenio Torralba ante la Inquisición. Lo cierto es que el inquisidor general entre los años 1523 y 1538, Alonso Manrique, reformó el tema de las denuncias por edicto, introduciendo seis capítulos sobre magia, adivinaciones y astrología. En uno de ellos solicitaba que se denunciara a las personas de las que se oyera decir que tenían espíritus familiares o que invocaran al demonio (Llorente, 1822; Fernández, 2018, pp. 71-72).

Según Caro Baroja (1992), “existen varios procesos de la Inquisición española contra escolares acusados de tener un espíritu familiar, y siempre fueron condenados porque los inquisidores consideraron que estos familiares, por mucho que dijeran los encausados que eran buenos, tenían que ser malos”. Torralba insistió en la bondad de Zequiel −salvo bajo tormento, cuando declaró que ya lo tenía por malo por ser la causa de su desgracia (Llorente, 1822; Fernández, 2018)− pero no le sirvió para evitar su condena. En opinión de Caro Baroja, el inquisidor de Cuenca “se limitó a proseguir el asunto del modo más jurídico que pudo y sin dudar (...) por un momento de que Zaquiel era un espíritu malo, de acuerdo con principios que se hallan expuestos en libros de Derecho inquisitorial”.


Posterior conversión en mito literario

Después del proceso, la figura de Torralba perduró en la literatura convertida en un mito, cuyos detalles guardaban poca relación con la historia original.

Treinta años después, Luis Zapata se ocupaba del asunto en el poema épico “Carlo famoso” (1566), donde Torralba era un nigromante famoso y Zaquiel un espíritu maligno con figura de viejo (Caro, 1992).

Pero, sin duda, la cita más famosa es la que le dedicó Miguel de Cervantes ochenta años después en el capítulo XLI de la "Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha" (1615), con intervención diabólica incluida: 

“... acuérdate del verdadero cuento del licenciado Torralba, a quien llevaron los diablos en volandas por el aire caballero en una caña, cerrados los ojos, y en doce horas llegó a Roma, y se apeó en Torre de Nona, que es una calle de la ciudad, y vio todo el fracaso y asalto y muerte de Borbón, y por la mañana ya estaba de vuelta en Madrid, donde dio cuenta de todo lo que había visto; el cual asimismo dijo que cuando iba por el aire le mandó el diablo que abriese los ojos, y los abrió y se vio tan cerca, a su parecer, del cuerno de la luna, que la pudiera asir con la mano, y que no osó mirar a la tierra, por no desvanecerse.”

Por citar un ejemplo más reciente, Ramón de Campoamor publicó en 1888 el poema “El licenciado Torralba, poema en ocho cantos”.


Inclusión del caso en Wonders in the Sky

¿Por qué incluyen Vallée y Aubeck este caso en su libro si la obra está dedicada a los “objetos aéreos inexplicados”?

Una de las reglas seguidas para incluir un caso en el libro fue ("regla 3"):

"El  fenómeno debe estar vinculado con un fenómeno aéreo o estar estrechamente relacionado con el contacto con un objeto aéreo o una entidad no humana. También aquí hemos relajado las exigencias al remontarnos atrás en el tiempo."

De todas maneras, los autores admitían que incluir este tipo de casos en que aparecen entidades no asociadas a fenómenos aéreos es problemático. Por un lado, habrían preferido evitarlos para que el lector no acabara pensando que detrás de los fenómenos hay necesariamente determinados tipos de entidades. Pero, por otro lado, creían necesario informar al lector de que los relatos de interacción con entidades sobrenaturales han coexistido con los informes sobre fenómenos aéreos a lo largo de la historia. En la práctica, optaron por retener sólo los ejemplos en que la interacción tuviera “una especial relevancia para el fenómeno global”. Distinguir los relatos ficticios de los auténticos es hoy tarea imposible −señalaban− pero incluirlos todos no era una opción práctica, dado su elevado número. Además, habría desvirtuado el propósito del catálogo, centrado en los testimonios de objetos o fenómenos aéreos.

Aun así, la cuestión de los criterios de inclusión no parece haber quedado totalmente consensuada entre los propios autores. Uno de los ejemplos incluidos en el libro (caso nº 82, en torno a 1050,  Vinland, Newfoundland) recoge la aparición de una mujer vestida de negro relatada en una saga islandesa. No obstante, hacen constar que para uno de los autores podría ser considerada “una historia de fantasmas más que un caso OVNI”, mientras que el otro defiende que "numerosos informes modernos de visitas alienígenas entran dentro de esta misma categoría y siguen idéntico modelo".

El caso de Eugenio Torralba ya ha sido relacionado en otras ocasiones con la temática ufológica. Por ejemplo, Salvador Freixedo (1978) calificaba el caso de “contacto extraterrestre” entre comillas, pues consideraba que “lo que mucha gente llama “extraterrestres“ probablemente no sean sino manifestaciones de entidades que no proceden de fuera de la Tierra, sino de otros niveles de existencia de nuestro mismo planeta”. Como han hecho otros ufólogos, destacaba que la descripción del misterioso ser como “muy blanco y muy rubio” coincide con “lo que muchos de los modernos contactos nos dicen de los personajes que los visitan o que los transportan en sus naves”.


Opiniones sobre el caso 

En su "Historia crítica de la Inquisición española", el sacerdote Juan Antonio Llorente calificaba a Torralba de “gran embustero y loco”, señalando que en sus declaraciones incurrió en contradicciones “como acontece a los que mienten mucho en diferentes tiempos y circunstancias”. Llorente se mostraba sorprendido por “la temeridad del reo, en el empeño de hacer creer sus cuentos como sucesos verdaderos, aun a costa de más de tres años de prisión, y del tormento de cuerda”. Lo consideraba un ejemplo de lo que puede llegar a ocurrir cuando alguien se empecina en “adquirir un renombre famoso por algún rumbo” sin importarle las últimas consecuencias (Llorente,1822).

A finales del mismo siglo XIX, Marcelino Menéndez Pelayo describió a Torralba como el único "hombre de ciencia español" del que tenía noticia "que pueda ser calificado plenamente de nigromante docto a la vez que de escéptico y cuasi materialista" (Menéndez, 1880). En su opinión era, además, "un loco de atar", añadiendo que "así lo entendió la Inquisición, y por eso no perdió el tiempo en atormentarle ni quemarle" (Menéndez, 1879).

Posteriormente, Julio Caro Baroja puntualizaría: “Sí le atormentó —hay que corregir— y si fue considerado loco o no, no se puede inducir del proceso extractado” (Caro, 1992). Para dicho antropólogo, el doctor Torralba –“médico, taumaturgo, cabalista y neoplatónico, italiano de formación”− fue “el mago más famoso del Renacimiento español o hispano-italiano” y un paradigma de lo que él denominaba “personificación”:

“En todo caso Torralba queda también como un enigma psicológico, como un mitómano que pretende personificar viejas leyendas sobre viajes extraordinarios, como las que corrieron en la Edad Media y el Renacimiento, y que vive vinculado a Zaquiel en forma nunca vista en sociedades o, mejor, asociaciones de hombre y espíritus en la España renacentista, pero aceptada desde época antigua en otros países y otros medios. No puede sostenerse tampoco que fuera un loco a secas, como pretendió Menéndez Pelayo, so pena de incluir en esta categoría a cantidad de hombres conocidos del siglo III al XVI.”


Precedentes de la historia del "vuelo"

En efecto, el viaje extraordinario a Roma asistido por un demonio tiene una larga tradición que arranca en la Edad Media. Así pudo comprobarlo Benito Jerónimo Feijoo (1742 y 1745) cuando, habiendo oído hablar de la transportación mágica del obispo de Jaén, encontró constancia de un “viaje” similar en la Crónica general de Alfonso X (1906, p. 206), pero atribuido a un obispo galo-romano, San Antidio de Besanzón. Feijoo constató que esta versión del relato procedía de la Chronographia de Sigeberto de Gembloux, al tiempo que daba noticia de otra versión protagonizada por San Máximo, obispo de Turín. 

Pero no son estos los únicos precedentes que restan originalidad a los “vuelos” de Torralba. Menéndez y Pelayo (1880) resumía así las andanzas de un personaje prácticamente contemporáneo al doctor conquense, pero algo anterior:

"Una historia algo parecida [a la de Torralba], pero no confirmada, como ésta, por documentos judiciales y auténticos, cuentan en Navarra y la Rioja (tierras clásicas de la brujería española) del cura de Bargota, cerca de Viana, que hacía extraordinarios viajes por el aire, pero siempre con algún propósito benéfico o de curiosidad, v. gr., el de salvar la vida a Alejandro VI contra ciertos conspiradores, el de presenciar la batalla de Pavía, etc., todo con ayuda de su espíritu familiar, cuyo nombre no se dice."

(Para más detalles, ver Llorente (1822) y Caro (1992).)

Prudencio de Sandoval (obispo de Pamplona a principios del siglo XVII) refería en su Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V (1618) una demostración pública del vuelo de una bruja con ayuda de un ungüento que habría tenido lugar en Navarra en 1527, es decir, en el mismo año del famoso viaje de Torralba a Roma. Obviamente no existen actas dando fe de este inverosímil acontecimiento −por cierto, anterior a Sandoval−, pero su simple mención como hecho "histórico" permite entender que, para muchos, en la mentalidad de la época, los viajes aéreos de los que hablaba Torralba o los del cura de Bargota no debían de parecer tan descabellados.

De hecho, en pleno Siglo de las Luces, el padre Feijoo aún pudo interrogar (y desenmascarar) a un tal Pedro Moreno que, inspirado al parecer por la historia del obispo de Jaén, andaba contando haber hecho el viaje de Oviedo a Madrid con prodigiosa rapidez, con ayuda de un báculo que le entregó un misterioso fraile (Feijoo, 1742).


Conclusiones

En el siglo XVI llegó a haber división de opiniones sobre el carácter de los vuelos de los brujos. ¿"Son llevados corporalmente por el aire" por los demonios? ¿O bien "es ilusión o engaño con que el demonio se lo hace creer en sueños o en vigilia"? (Arce de Otálora, 1995)

Aquella controversia no desentonaría hoy con la que se da en algunos círculos ufológicos y paraufológicos. ¿Son los contactos con extraterrestres lo que aparentan o son fantasmagorías inducidas en las mentes por algún agente no humano? Historias como la de Torralba son contempladas a la luz de las historias de nuestros días para intentar demostrar que ese agente extrahumano ha estado interviniendo a lo largo del tiempo, siendo interpretado en cada época de acuerdo a los parámetros culturales y religiosos del momento.

Sin embargo, en casos como el del doctor Torralba es mucho más realista aterrizar en el terreno de las explicaciones puramente antropológicas, teniendo en cuenta la absoluta falta de pruebas de los presuntos hechos maravillosos, los precedentes de la historia, la trayectoria vital del protagonista, el entorno en el que se desenvolvía y la mentalidad de la época.

La única incógnita que razonablemente persiste es cuánto de superchería o impostura y cuánto de mitomanía o trastorno psiquiátrico pudo haber en el caso de Torralba. Por otro lado, ésos y no las intervenciones alienígenas serían los únicos nexos de unión −puramente humanos− con las actuales historias de contactados.


Referencias

Fernández Carrasco, Eulogio (2018). La Inquisición: Procesos y autos de fe en el Antiguo Régimen. Editorial Sanz y Torres (Alcorcón, Madrid).

Llorente, Juan Antonio (1822). Historiacrítica de la Inquisición de España (vol. 3).  Imprenta del Censor (Madrid).

Caro Baroja, Julio (1990). Localización,personificación y personalización de las leyendas. Gazeta de Antropología, nº 7. Universidad de Granada (Granada).

Caro Baroja, Julio (1992). Vidas mágicas e Inquisición  (vol. 1). Ediciones Istmo (Madrid).

Menéndez Pelayo, Marcelino (1879). La ciencia española: polémicas, indicaciones y proyectos. Imprenta Central a cargo de Víctor Saiz (Madrid).

Menéndez Pelayo, Marcelino (1880). Historia de los heterodoxos españoles (vol. 2). Librería Católica de San José (Madrid).

Zapata, Luis (1566). Carlo Famoso. Ioan Mey (Valencia).

Cervantes Saavedra, Miguel de (1615). El ingenioso hidalgo donQuijote de la Mancha, segunda parte, capítulo XLI. Francisco de Robles (Madrid).

Campoamor, Ramón de (1888). El licenciado Torralba. Fernando Fe (Madrid).

Freixedo, Salvador (1978). “Extraterrestre” del siglo 15. Mundo Desconocido, nº 22 (abril 1978), pp. 18-21.

Feijoo, Benito Jerónimo (1742). De la transportación mágica del Obispo de Jaén. Cartas eruditas y curiosas, tomo primero, carta XXIV.

Feijoo, Benito Jerónimo (1745). Nuevas noticias en orden al caso fabuloso del Obispo de Jaén. Cartas eruditas y curiosas, tomo segundo, carta XXI.

Alfonso X (1906). Primera crónica general: estoria de España que mandó componer Alfonso El Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289 (edición de Ramón Menéndez Pidal), p. 206. Bailly-Bailliere e Hijos (Madrid).

Riquer, Jeneze (2020). Iberia legendaria (56). San Antidio y el diablo. Rinconete, 19/2/2020. Centro Virtual Cervantes.

Sandoval, Prudencio de (1618). Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V (vol. 1), libro XVI, sección XV. Bartholome Paris (Pamplona).

Arce de Otálora, Juan de (1995). Coloquios de Palatino y Pinciano (vol. 2), p. 1262. Turner-Biblioteca Castro (Madrid). Citado en: Vian Herrero, Ana (1997). Transformaciones del pensamiento mágico: el conjuro amatorio en la "Celestina" y en su linaje literario. Cinco siglos de "Celestina": aportaciones interpretativas, p. 236. Universitat de València (Valencia).


Manuel Borraz y Juan Carlos Victorio


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