Este
incidente gallego es uno de los clásicos de la ufología española. Ocurrió en la
noche del 1 de noviembre de 1954 entre Santiago de Compostela y A Coruña, ocho
kilómetros antes de llegar a Órdenes, en el kilómetro 42. Está considerado como
un encuentro cercano o aterrizaje sin explicación y aparece divulgado, por
ejemplo, en El gran enigma de los
platillos volantes (1966, p. 265-266), de Antonio Ribera. En OVNIS: El fenómeno aterrizaje (1978, p.
38-42 y 293), de V-J Ballester Olmos y en la Enciclopedia de los encuentros cercanos con OVNIs (1987, p. 164), de
V-J Ballester Olmos y Juan A. Fernández Peris. El 6 de noviembre de 1954, el
diario coruñés La Voz de Galicia publicó
un amplio artículo sobre el caso.
Ballester
Olmos me envió, hace un tiempo, toda la documentación que tenía en sus archivos
sobre dicha observación para analizarla y en la presente entrada expongo lo
que, en mi opinión, probablemente observó el testigo.
Don Gonzalo Rubinos Ramos, en el momento de la visión se encontraba sólo ya que, el coche que conducía había sufrido una avería y estaba esperando a que vendrían a remolcarlo. O sea, que estuvo haciendo tiempo en el lugar de la aparición, llamado "la curva del obispo", desde las 7:20 de la tarde hasta las 12:30 de la noche, hora a la que llegaron a recogerle. La observación del "platillo volante" la hizo hacia las 22:40 horas.
Foto
aérea de 1956 de la citada curva. Fuente: Fototeca digital.
En
resumen, a la hora mencionada Rubinos vio elevarse de pronto una fuerte
luminosidad plateada, como una bola de fuego, a unos 400 metros de distancia
que desapareció en el cielo. Lo compara con fuegos artificiales pero con una
luz mucho más potente. Dice que oyó como una explosión o como el ruido que
emiten los cohetes al lanzarlos al aire.
Resulta
que el Señor Rubinos era amigo del ufólogo gallego Oscar Rey Brea y éste pudo
recabar información de lo acontecido al testigo. El citado ufólogo, en un
informe enviado a Ballester Olmos en 1971, comentaba entre otras cosas las
incoherencias y divagaciones en el relato del testigo
Parece
que Rubinos se resistía a dibujar lo que observo porque, por lo visto, le
costaba concretar la forma del objeto. Al final, el ufólogo consiguió un dibujo
del fenómeno presenciado por el observador, que no era otra cosa que una simple
bola de fuego.
Sobre
las divagaciones y elementos imaginativos aportados al incidente, que exponía
Oscar Rey Brea, hay uno que resalta claramente y aparece en la noticia
publicada por La Voz de Galicia. Se
trata del bosquejo de la zona de observación donde el dibujo del "platillo
volante", que aparece en el mismo, está bastante embellecido (representa
el típico "platillo volante" del imaginario de la época) y no se
corresponde con lo visto y plasmado por el señor Rubinos.
Otra
cuestión importante es que, durante las horas que Rubinos permaneció en el
lugar, no vio aterrizar ningún "platillo volante" u otra cosa
extraña. Lo que pone en duda que algo insólito despegara cerca del testigo. Probablemente, Rubinos observó la aparición
de un bólido muy brillante (la
descripción, brevedad, etc. apunta en esa dirección) que por un efecto de
perspectiva creó la ilusión de elevación. La supuesta proximidad del fenómeno
luminoso pudo ser un error de apreciación, típico en las observaciones, del
personal inexperto, de estos espectaculares meteoros. Un caso similar se
produjo en Arrubal (La Rioja) el 31 de diciembre de 1976. Bólido que, por
cierto, fue observado en muchos puntos de la península.
¿Y
el sonido que escuchó el observador? Normalmente, los bólidos suelen ir acompañados
de silbidos o estallidos.
Otro
punto que apoya esta explicación es que el fenómeno también fue visto, sobre la
misma hora, en otros dos puntos de la geografía gallega. La información de las
dos observaciones es muy escueta pero por la hora y la descripción parecen
referirse al mismo fenómeno visto por el señor Rubinos. Una observación se
produjo en Becerreá (Lugo) hacia las 22:45 horas. La Noche, 3 de noviembre de 1954.
El
otro avistamiento se produjo sobre las 23:00 horas, donde se vio cruzar por
encima del faro de Mera (A Coruña) un objeto rojo-amarillo (Oscar R. Brea).
Las
discrepancias horarias suelen ser habituales cuando se recogen los testimonios
de observaciones visuales, casi siempre hay un margen de error, a veces
considerable.