jueves, 3 de septiembre de 2020

Maravillas en el cielo (5): Teruel, año 1171

Caso nº 100 de Wonders in the Sky relativo a la observación de un misterioso objeto luminoso que propició la fundación de Teruel (Aragón) en el año 1171. El Rey Alfonso II y sus hombres vieron un toro y una estrella luminosa flotando sobre dicho animal. Suceso que marcó el lugar dónde se levantaría Teruel. El acontecimiento está actualmente representado en el escudo de la mencionada ciudad, con un toro y una estrella encima. El Rey observa un misterio.


Además, los autores del libro incluyeron la visión del toro y la estrella en la categoría que denominan "entidad asociada a un fenómeno aéreo" (el símbolo que aparece junto al número de caso).


Vallée y Aubeck se basaron de nuevo en el libro de Javier Sierra y Jesús Callejo, La España Extraña (1997), donde sus autores no dudan en señalar que la principal seña de identidad de Teruel (el toro y la estrella), que aparece en escudos, banderas, etc. de la ciudad: ...procede de un extraño avistamiento ovni de finales del siglo XII. A continuación, el texto que dedicaron a esta historia.



Hay varias versiones de la leyenda sobre la fundación de Teruel. La que podemos llamar “clásica” se conserva en una copia del siglo XVII, recogida en el llamado Alcorán o Libro Verde de Teruel (una heterogénea colección de documentos reunidos en el siglo XIX).

El relato tal como aparece en la copia conocida puede leerse, por ejemplo, en un artículo del historiador Fernando López Rajadel, que estima que el documento original habría sido escrito en la primera mitad del siglo XIV (López, 2009;  pp 887-899).

A una conclusión similar llegó el historiador decimonónico Pedro Pruneda (Pruneda, 1866, pp. 75-76). Otros autores han sostenido opiniones diferentes. Así, el investigador Antonio C. Floriano Cumbreño mantenía que el escrito: es falso superficial y lo creemos redactado en 1620, aproximadamente, y, por Juan Yagüe de Salas, que estaba muy ducho por entonces en tales menesteres. (Floriano, 1951).

En cualquier caso, lo cierto es que no hay disponible ningún documento de la época de la fundación y repoblación de Teruel (s. XII) que respalde la leyenda.

Vallee y Aubeck no reproducen directamente esta versión, que es la que mencionan Sierra y Callejo en su libro, sino que optan por narrar una variante de dicha versión, muy extendida, sacada de “a current historical brochure about the town”. A pesar de que los autores de Wonders in the Sky indican a modo de título “The King observes a mystery”, lo cierto es que el relato de la leyenda no indica que el propio rey Alfonso II observara el toro y la estrella.

Una versión distinta de la leyenda (que también mencionan Sierra y Callejo) tiene por protagonista a un toro de piedra. Así la relata un manuscrito anónimo del último tercio del siglo XVIII (Martínez, 1957; p. 11):
Reparóla después el Rey [Alfonso II de Aragón], y al abrir nuevos cimientos a sus murallas hallaron en ellos la figura de un toro de piedra; romana la quieren unos, egipcia otros, persuadidos de que sus primeros fundadores, como egipcios, adorando a su dios Apis en esta forma, le quisieron erigir este monumento, no único en España. Al tiempo de descubrirla resplandeció sobre ella una estrella, presagio de felicidades, que dió motivo a tomar una, y otra de oro, en campo rojo, y de aquí la denominaron Tor-vel, corrupto Teruel; otra etimología le dan otros, mas ésta es la más verosímil.
Por último, una tercera versión de la leyenda se refiere a toros embolados. (Ubieto, 1998, p.105, citando a Caruana, 1952, referencia no consultada).

Como detalle curioso, algún autor llega a trasplantar la leyenda a la conquista de la ciudad de Cuenca por los castellanos, en 1177, con la intervención del hijo de uno de los caballeros que ganaron Teruel, Sancho Muñoz de Teruel (Piferrer, 1859; p. 61):
Y estando en el cerco, en una noche tempestuosa, el dicho Simón Sanchez de Teruel [hijo de Sancho Muñoz], guiado milagrosamente por un toro y una estrella, dio vuelta a la muralla, y observando flaqueaba por una parte, embistió con la gente que llevaba, y peleando valerosamente, se apoderó de la ciudad.
¿Se puede considerar alguna de las versiones como la leyenda Original?

Falta información para confirmarlo, pero parece que la primera versión citada sea la más antigua.


¿Tiene el topónimo de Teruel relación con la leyenda?

Aunque “debemos esperar hasta el siglo XII de nuestra era para encontrar testimonios inequívocos, que no unitarios, del nombre de nuestra ciudad” Torol, Therol, Turiol, Turolium...− (Jordán, 1997, p. 228), podemos descartar por completo una etimología relacionada con la leyenda puesto que está acreditado que en el siglo X ya existía, en lo que hoy es Teruel, un modesto asentamiento musulmán con el nombre de Tirwal (Navarro, 2002, p. 157).

Al topónimo, que sería mucho más antiguo, se le han adjudicado orígenes muy diversos (ibérico, celta, fenicio, o incluso -con escaso fundamento- hebreo). La cuestión aún no está zanjada, pero tiende a considerarse que Teruel proviene de una denominación prerromana emparentada con el hidrónimo Turia, sin ninguna relación con toros (Jordán, 1997; Galmés, 2000; Tejada, 2019).

¿Tiene el escudo de la ciudad relación con la leyenda?

El motivo del toro bajo una estrella ya aparece representado en sellos del Concejo de Teruel del siglo XIII. Se trataba de sellos de cera pendientes, que se colgaban de los documentos por medio de tiras o cordones. El ejemplar más antiguo que se conserva (impronta en cera) es de 1217 (Menéndez, 2018; p. 234) y se encuentra en el Archivo Histórico Nacional de Madrid (Menéndez, 1918; p.198 y lámina XLIV). No obstante, parece que aún no incluía la estrella sino solamente el toro. En cambio, encontramos ambos símbolos en un sello del Concejo de 1271, poco más de medio siglo después.

Sello del concejo de Teruel de 1217 (Menéndez, 1918)

Sello del concejo de Teruel de 1271 (Menéndez, 1918)



El toro que aparece en estos sellos concejiles, que acabaría incorporado a la heráldica de la ciudad, suele considerarse un ejemplo de motivo “parlante”, inspirado en el topónimo. Por ceñirnos a casos con representaciones de animales, ejemplos similares los tenemos en el oso o la osa en el sello de Osuna, la liebre en el de Lebrija o la oropéndola en el de Orihuela (González,1990; p. 274. Montaner, 2012; p. 53).

Interpretación/explicación de la leyenda:

Las diversas interpretaciones que se han llegado a dar de la leyenda fundacional de Teruel, incluidas sus diferentes versiones, podrían resumirse como sigue:

- Episodio real de la observación de un toro y una estrella, interpretados como “señal” por quienes fundaron la ciudad. Para dar sentido a esta lectura literal de la leyenda, algunos autores citan al historiador de las religiones Mircea Eliade (Sebastián, 1969; p. 15):
La sacralidad de ciertos lugares se ha expresado por medio de una teofanía o hierofanía, mientras que la de Teruel se logró con base en un signo. La ubicación de Teruel como lugar sagrado hubo de conseguirse por medio de una especie de evocatio, sirviéndose de un animal que es el que habría de indicar el lugar más idóneo para acoger al santuario o al pueblo. El caso turolense queda perfectamente explicado con esta situación general que plantea Mircea Eliade: "Se persigue a un animal salvaje, y en el lugar donde se le abate se erige el santuario, o bien se da suelta a un animal doméstico — un toro, por ejemplo — ; pasados unos días, se va en su búsqueda y se le sacrifica en el lugar donde se le encuentra. A continuación se erigirá un altar, y alrededor de este altar se construirá el pueblo. En todos estos casos son los animales los que revelan la sacralidad del lugar; los hombres, según eso, no tienen libertad para elegir el emplazamiento sagrado. No hacen sino buscarlo y descubrirlo mediante la ayuda de signos misteriosos". Ahora son perfectamente claras estas líneas del Libro Verde de Teruel: "En el nombre de Dios pusieron en obra la dicha población et andaron por todas las otras muelas que estan cerca de esta villa, et non hubieron tan buenas señales como en esta muela et allí do es agora la plaza de mañana en el alba travaron un bel toro et andaba una estrella sobre el.  E luego que los vido el toro comenzo a bramar, et dijeron los adalides que aqui habian buenas señales por fer población do aquel toro les clamaba; et daquel encuentro daquel toro tomaron señal".
- Leyenda inspirada en el hallazgo de alguna antigua escultura de un toro, de la que, por cierto, no hay ninguna constancia histórica. Aparentemente se trata de una mera especulación, que comenzó a circular en el siglo XVIII.

- También se ha sugerido que el motivo del toro y la estrella podría proceder de iconografía que ya estaba presente en monedas de la época romana. El historiador Miguel Cortés y López escribió (Cortés, 1836; pp. 441-442):
Y buena prueba de haberse llamado Teruel la ciudad del Toro son las medallas celtíberas y de plata que se han hallado en sus contornos, como la que aquí estampamos, en las que se ve al buey arrodillado en ademán de recibir las divinas influencias de la diosa Venus representada en el lucero con caracteres celtibéricos en el exergo, que á lo que podemos conjeturar quieren decir: Santo Dios Toro, como interpretamos otra de Segobriga, sin que podamos conjeturar si el busto es la imagen de la ciudad ó de Augusto ú otro personage.

"Medalla celtíbera" de Teruel reproducida por Miguel Cortés y López. (Cortés, 1836, p. 442)

Poco se salva de lo que apuntaba Cortés. A juzgar por ejemplares de moneda muy similares que han llegado hasta nuestros días, se trataría de un dracma de plata acuñado en Arse, ciudad íbera situada donde está hoy Sagunto. La raíz "ARS-" de la inscripción ibérica (ARSKiTaR) hacía referencia al lugar de origen. Y mucho nos tememos que el “buey arrodillado” que aparece en la ilustración no debe de ser fiel al original, que probablemente mostraría un toro embistiendo como el de las fotos adjuntas (si se pasa por alto la pata delantera extendida puede llegar a interpretarse erróneamente que el animal está “arrodillado”). Obsérvese además que a la inscripción que reproduce Cortés le faltaría el carácter correspondiente a la R final (para más información sobre las leyendas que aparecen en este tipo de monedas, ver enlace).

Dracmas de Arse con el motivo del toro y la estrella. Arriba, abajo.

La moneda no puede relacionarse con Teruel. Pero, por otro lado, tampoco contiene una iconografía única y específica. Otras monedas procedentes de la ceca de Arse también muestran toros (ya sea parados o embistiendo) acompañados por un creciente lunar, una venera (concha) o incluso una “láurea” (corona) en lugar de la estrella. Los diseños no eran autóctonos sino de inspiración griega.

Dracmas de Arse con toro bajo un creciente, una venera y una corona.

Y si ampliamos la perspectiva, en el sur de Andalucía encontramos el toro y la estrella (entre otros símbolos astrales) en monedas de cecas de influencia púnica como Asido, Lacipo y Bailo.

Centro: semis de Lacipo (Henares, 2014; p. 26).
Abajo: as de Bailo.


Distribución de las cecas ibéricas e ibero-romanas que acuñaron monedas con representaciones de toros (López Monteagudo, 1974; p. 244).

No está de más señalar una influencia confirmada de carácter numismático en la heráldica de una ciudad aragonesa, aunque no en un contexto medieval sino ya renacentista (finales del siglo XVI). Nos referimos a la figura del jinete lancero en el escudo de Huesca, que aparecía a menudo en las monedas ibero-romanas sin que tuviera un carácter representativo local.

- Leyenda inspirada en un incidente “bélico” con toros embolados enviados por los moros, si nos atenemos a otra de las versiones. Lo que desde lejos parecía una estrella habrían sido restos de materia inflamada que brillaban débilmente entre la cornamenta de un toro superviviente de la manada. ¿Un burdo intento de racionalizar la escena del toro y la estrella que aparece en la leyenda original?

- Leyenda inspirada en la observación de la supernova de 1054. Para dar más verosimilitud a esta hipótesis se ha señalado que el fenómeno fue visible precisamente en la constelación de Tauro, entre las dos estrellas que delimitan la cornamenta de la figura del toro. No obstante, observemos que, ya en las representaciones tempranas del emblema, la estrella se ubicó sobre el lomo del animal. Por supuesto, de confirmarse que la estrella no estaba presente en el primer sello del Concejo de Teruel, la hipótesis astronómica perdería todo sentido.

Por otro lado, es inevitable preguntarse: ¿Por qué se habría relacionado la fundación de Teruel con un fenómeno astronómico sucedido más de un siglo antes? ¿Y por qué se le habría dado importancia en Teruel a un fenómeno del que no quedó constancia escrita en el mundo occidental?

- Leyenda fundacional sin ninguna base fáctica inspirada en el topónimo, ya sea directa o indirectamente (en este último caso, el topónimo habría inspirado primero el emblema y éste, a su vez, habría sido la fuente de inspiración de la leyenda).

- La última interpretación de la leyenda, la del avistamiento de un ovni, implicando una intervención extrahumana (¿extraterrestre?), no sería más que una proyección de un mito propio del siglo XX. Sin el menor fundamento, el elemento central, la figura del toro, pasa a ser irrelevante según este punto de vista y el peso de la interpretación se hace recaer en lo que, en principio, siempre se describió como una simple “estrella”.

Conclusiones.

Parece existir una estrecha relación entre el topónimo Teruel, la heráldica de la ciudad y la leyenda de su fundación. Ahora bien, como las raíces del topónimo Teruel son muy anteriores a la época de la Reconquista, cabe descartar su origen en un suceso de la época de su fundación y repoblación (s. XII), como pretende la leyenda.

Al elegir un emblema, el Concejo de Teruel que gobernó la población durante sus primeros siglos de vida, habría recurrido a una práctica habitual de la época, elegir una imagen parlante, es decir, una especie de jeroglífico basado en el nombre, en este caso, un toro. La leyenda bien pudo estar inspirada por esta incipiente iconografía.

Es posible que el emblema original aún no incluyera la estrella, si se confirma que no figuraba en el primer sello del Concejo de Teruel, como se ha comentado antes (aunque, en rigor, no puede descartarse que la ausencia se deba a un defecto o alteración en la única impronta que se conserva del primer sello conocido).

Por consiguiente, relacionar la leyenda de la fundación de Teruel con los modernos avistamientos de ovnis se nos antoja tan arbitrario y anacrónico como proponer que el Ratoncito Pérez existió y era un roedor modificado genéticamente en algún laboratorio secreto del siglo XIX.


REFERENCIAS

López Rajadel, Fernando (2009). La referencia a los moros en tres relatos legendarios turolenses de la Edad Media. Actas del XI Simposio Internacional de Mudejarismo (sep. 2008), pp.  887-899. Instituto de Estudios Turolenses / Centro de Estudios Mudéjares (Teruel).

Pruneda, Pedro (1866). Crónica de la provincia de Teruel (colección Crónica general de España). Ronchi y Compañía (Madrid).

Floriano Cumbreño, Antonio C. (1951). Las Efemérides Turolenses. Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, Nº. 2, pp. 7-59. Institución Fernando el Católico (CSIC), Diputación Provincial (Zaragoza).

Martínez Ortiz, José (1957). Noticia y descripción de la ciudad de Teruel contenida en un anónimo manuscrito del siglo XVIII. Teruel, Nº 17-18, pp. 5-41. Instituto de Estudios Turolenses (Teruel).

Caruana Gómez de Barreda, Jaime (1952). Alfonso II y la conquista de Teruel. Teruel, Nº 7, pp. 97-140. Instituto de Estudios Turolenses (Teruel).
Referencia no consultada. La leyenda también está reproducida en el capítulo “70. La Fundación de Teruel” de: Ubieto Arteta, Agustín (1998). Leyendas para una historia paralela del Aragón medieval. Institución Fernando el Católico (Zaragoza).

Piferrer, Francisco (1859). Nobiliario de los reinos y señoríos de España, Tomo 3. Minuesa (Madrid).

Andrés, Federico (1896). Las armas de Teruel. Miscelánea turolense, Nº 19, pp. 352-354. Imprenta de los Hijos de M. G. Hernández (Madrid).

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Navarro Espinach, Germán (2002). Los mudéjares de Teruel en el siglo XV. VIII Simposio Internacional de Mudejarismo (1999), vol. 1, pp. 155-180. Instituto de Estudios Turolenses / Centro de Estudios Mudéjares (Teruel).

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