El caso número 131 de Wonders in the Sky trata sobre unas luces aéreas que acompañaron a la cruz de Caravaca durante su traslado a la aldea de Lorca y Totan, en el año 1384.
Vallee y Aubeck escriben lo siguiente:
En 1384, mientras la cruz de Caravaca era transportada desde el pueblo de Caravaca en Murcia al pueblo de Lorca y Totan, dos luces en el cielo acompañaron a los portadores de la cruz durante todo el viaje. No desaparecieron hasta que el objeto llegó a su destino [was in place].
...corría el año 1384, cuando se decidió el traslado de la cruz con motivo de una epidemia a Lorca y Totana. Se cuenta, -aunque hay quienes han querido obviar el hecho-, que durante el trayecto, dos luces de origen desconocido acompañaron a la reliquia sin desaparecer en todo el recorrido. Comenta sobre el particular Atienza que, los fieles, -quizás sin tenerlo en cuenta- realizan una ruta OVNI: “... Hoy la procesión sigue, según se dice, el mismo camino que en aquella ocasión...”.
Tahoces hace referencia al libro Guía de la España mágica de Juan García Atienza, que indica lo siguiente sobre la tradicional ceremonia caravaqueña del Baño de la Vera Cruz en agua (García, 1983; p. 301):
El origen de esta ceremonia se sitúa en un tiempo -fijado por los caravaqueños en 1384 con toda exactitud- en el que la Cruz fue llevada a Lorca y a Totana, donde se había producido una epidemia. Añade la gente que, durante todo el camino, tanto a la ida como al regreso, dos luces misteriosas acompañaron a la reliquia sin dejarla un solo momento. Hoy, la procesión sigue, según se dice, el mismo camino que en aquella ocasión.
Para empezar, ¿qué diferencias hay entre el texto de Vallee/Aubeck y la fuente "original", es decir, el libro de Juan G. Atienza?
Hay un gazapo al considerar que el destino del
traslado era "el pueblo de Lorca y Totan" en lugar de los pueblos de
Lorca y Totana (que están separados por una distancia de unos 20 Km.). Por otro
lado, García Atienza no especifica que las luces estuvieran "en el
cielo", aunque el texto de Clara Tahoces ya habla abiertamente de OVNIs.
La mención resumida de la historia en Wonders in the Sky omite que el traslado
de la reliquia fue motivado por una "epidemia" y que dio origen a la
ceremonia del "baño del agua", perpetuada hasta nuestros días. En
palabras de Atienza, que Tahoces cita textualmente en su artículo: "hoy la
procesión sigue, según se dice, el mismo camino que en aquella ocasión".
¿Hay que entender que periódicamente vuelven a
trasladarse en procesión con la cruz de Caravaca hasta Lorca y Totana en
conmemoración del suceso? No, y aquí viene la sorpresa. La tradición no habla
de un traslado de la reliquia a dichos municipios sino de su traslado en
procesión, sin abandonar la propia
localidad de Caravaca, para efectuar el Baño de la Vera Cruz en agua (ver,
por ejemplo, este enlace). Fue agua así bendecida lo que se llevó después a
Lorca y Totana para rociar los campos que estaban siendo afectados por una
plaga de langosta.
¿Cuál es la fuente que utiliza García Atienza para
respaldar su historia que, como acabamos de ver, es sumamente sospechosa? Se
limita a decir "añade la gente", que Tahoces interpreta
imaginativamente en su artículo como "se cuenta, -aunque hay quienes han
querido obviar el hecho-".
Si echamos un vistazo a los autores de siglos pasados,
que podrían (o deberían) haber escrito algo al respecto, tenemos a Robles
Corbalán que cuenta la versión más difundida del origen de la ceremonia y no
habla de las luces (ver libro II Capítulo XI).
... el principio que tuuo, segun lo declarò el dicho Fernan Lopez clerigo, de quien hemos hablado, fue que abra 231 años en el de 1384 con ocasion que en la ciudad de Lorca, y en la villa de Totana auía tanta langosta en aquel año que talaua los campos, viñas y huertas, de manera que era caso impossible con medios humanos poder librarse de tan gran mal, se determinaron a embiar personas de sus ayuntamientos a pedir al de Carabaca, y Vicario bañassen en agua la S Cruz, y se la diessen, en cuya fè esperauan en nuestro Señor tendria remedio aquella plaga, y se aplacaria su furia: hecho assi lleuaron el agua, y echandola por donde estaua la langosta, perecio toda dentro de tres dias y el daño fue muy poco en comparacion del que esperauan. Y desde entonces quedò la costumbre de mas de su ordinaria procession de bañarla en la forma que queda dicho, para que los naturales, y forasteros coxan de aquella agua, como lo hazen, y rocien los frutos de sus heredades, para preseruarlos de semejantes calamidades, y los aumente la diuina bondad con aquellas aguas santificadas, (como lo refiere Oncala) con el toque de la santissima Cruz.
Posteriormente, Martín Cuenca contaría lo mismo pero añadiendo una versión alternativa -que podríamos calificar de delirante...- que sí incluía luces (Cuenca, 1722; pp.263-264).
Pero otros Autores sienten mejor, y dizen que vna noche vispera de la Invencion de la Cruz, à cosa de media noche se viò salir de la torre donde la Santissima Cruz estaba, vn muy gran resplandor de luzes, y en medio de ellas estaba la Soberana Cruz: admiradas quantas personas lo vieron, repararon que dicha Sagrada Cruz fue por el lugar, y por las calles que aora se acostumbra llevar a bañar, y llegada al sitio que hemos dicho de el bañadero, se entrò por tres vezes en el agua, y hechos estos tres baños, se bolviò con el mismo acompañamento de luzes, y resplandores à su real Capilla, observandose desde entonces el bañarla en dicho sitio todos los años.
Por “víspera de la Invención de la Cruz" (la de Jerusalén) hay que entender la víspera de un 3 de mayo, de un año sin especificar. La fuente de Cuenca era Mata, según indicaba al margen en su libro. Concretamente, se trataría de una obra manuscrita de Damián de Mata de 1623, que no se ha conservado (Pozo, 2011).
Aunque Cuenca no
concreta el número de luces, ¿sería esta última historia la que inspiró en
parte la versión recogida por García Atienza? Sospechamos que sí, pero no la
hemos encontrado en otros autores.
En cualquier caso, volviendo al sucinto relato
publicado en Wonders in the Sky,
podemos concluir que:
No hubo ningún traslado de la cruz a Lorca y Totana.
La única mención de luces en relación con un traslado
de la cruz aparece en un relato obviamente fantasioso, en el que ésta abandonó
por sus propios medios la torre en la que se encontraba para ir a darse un
baño.
Otros
sucesos
Vallee y Aubeck terminan señalando que hay otras
historias mágicas relacionadas con la cruz de Caravaca: “Hay leyendas sobre
cómo se ‘teleportó’ de un lugar a otro y cómo atrajo fenómenos luminosos en más
de una ocasión”. Nos detendremos en estos últimos, de los que conocemos al
menos cuatro ejemplos.
El 7 de noviembre de 1591, alrededor de las 19 horas, en la oscuridad de una noche sin luna, sobrevino una gran tormenta que llegó a causar daños materiales en viviendas de la localidad.
Al comenzar la tormenta, algunos vecinos observaron, encima del chapitel de la torre del castillo donde se encontraba la capilla de la Vera Cruz, “mucha luz que pareçia aber candelas ençendidas y otra luz en medio dellas, mayor y mas respladeçiente que las demas”. Pensaron que se debía a la presencia del capellán de la Cruz y sus acompañantes que habrían acudido a la torre para conjurar la tormenta. Pero al día siguiente se enteraron de que no fue así, por lo que supusieron que la propia Cruz habría subido milagrosamente a lo alto de la torre para protegerlos de la tempestad
La torre en cuestión se encontraba donde hoy en día
está la capilla mayor de la que forma parte el presbiterio del actual santuario de la Vera Cruz.
El gobernador y justicia mayor de la villa se adhirió
a dicha explicación sobrenatural tras abrir una investigación del suceso e
interrogar a varios testigos, cuyos testimonios fueron recogidos en un acta con
fecha del día siguiente. El acta original ya no se conserva pero existe una
copia, realizada justo dos meses después, en la Sección de Manuscritos de la British Library de Londres. El asunto ha sido tratado en la Revista de las
Fiestas de Caravaca (Pozo, 2007) y en diversos medios (estas líneas se basan en
Fernández, 2013).
Junto al capellán, que negó haber acudido al castillo, declararon diversos vecinos que observaron las luces desde tres lugares distintos (señalados como A, B y C en el mapa adjunto):
A) El fenómeno fue observado por un escribano y su familia (esposa, hijo e hijas) desde el mismo castillo, ya que vivían en el recinto junto a la torre de la Cruz. Pensaron que el capellán estaba celebrando el conjuro, pero les llamó la atención no oír la campana. Llegaron a procurarse las llaves de la puerta de la torre de la Cruz, comprobando que no había nadie dentro. El escribano aportó la siguiente descripción:
Avia um bulto casi çerca tan grande y del tamaño de un sombrero pequeño de resplandor que casi se beyan las tejas del tejado y que se auian estado mirandolo casi çerca de un quarto de ora y que en el mismo tejado a la esquina que cae hacia la barbacana auia bisto ansimismo vna luz muy pequeña como a manera de luz de vela pero que no rresplandeçia tanto como si fuera luz de vela y que todo esto duraria çerca de dos oras y media.
B) Una vecina que vivía en el "arrabal de las
Eras" (en torno a la zona de la actual plaza del Santo) observó desde una
ventana de su casa un “grande bulto de
resplandor y lumbres muy grandes” que le cegaron la vista. Se hicieron las
oportunas comprobaciones para certificar que, efectivamente, desde su casa
podía verse la torre (que debía de estar a unos 300 m de distancia).
C) Tres vecinos que regresaban del campo observaron el fenómeno desde la hacienda jesuita de Santa Inés (es decir, desde unos 2300 m de distancia), donde tuvieron que pernoctar debido a la tormenta y la crecida del río Argos. Atestiguaron:
...como en toda aquella uilla no pareçia ninguna luz y queen lo alto del chapitel de la dicha torre de la santa bera cruz y que alli avia dos luzes la una de gran resplandor y que la otra estaua haçia la uarbacana y que no resplandeçia tanto y que estas luzes seauian visto patentemente.
Juan de Robles Corbalán narró sucintamente el “milagro” en su libro de 1615, sin reproducir los testimonios, basándose en otra copia del acta original, fechada en Moratalla el 28 de julio de 1594 ante un escribano caravaqueño (Robles, 1615; Libro II Capítulo XII). Martín de Cuenca también trató el caso, señalando como fuente el libro de Robles (Cuenca, 1722; p. 247-248).
Tanto Robles como Cuenca mencionan una cruz conteniendo fragmentos de la Vera Cruz que se hallaba en el castillo-convento de la Orden de Montesa y se sacaba cuando había tormentas (citando el primer a Bleda [1600] y el segundo a Escolano [1611]):
...y si es de noche se ven al rededor della vnas luzes como de Lamparas, y se oyen salir de la misma Cruz vnos zumbidos, como siluos, que podremos conjeturar, que son las palabras con que manda a las tempestades, y furias se repriman, y no ofendan a la tierra. (Robles, 1615; Libro II Capítulo XII)
...estando en el tejado por tiempo de dos horas y media, despedia desde aquel puesto zumbidos, y como que articulava imperiosas vozes, con que mandava à la tempestad, desocupasse todo el termino...
El mismo autor también afirma:
...guardaronse por muchos años las texas sobre que estuvo la Cruz Soberana, las quales quedaron con muchas gotas de cera que cayeron de las luzes que tenian Angeles, y Serafines alumbrandola en esta ocasion...
Lamentando que dichas tejas ya no se conservaran,
después de ser troceadas para hacer reliquias (Cuenca, 1722; pp. 248-249).
Si prescindimos de la parafernalia sobrenatural, el
suceso se reduce a la observación durante una tormenta de unas luces de pequeño
tamaño y moderado brillo, estáticas sobre el chapitel de una torre (donde hoy
se levanta el santuario de la Vera Cruz), que se mantuvieron encendidas durante
un largo tiempo a pesar de las adversas condiciones meteorológicas. Hay un
fenómeno de electricidad atmosférica que encaja a la perfección en esta descripción,
el fuego de San Telmo.
Esta explicación ya ha sido contemplada en alguna ocasión pero descartada prematuramente por la larga duración del fenómeno
observado, que rondaba las dos horas y media. En realidad, existen ejemplos de
duraciones similares. El marinero y cronista italiano Antonio Pigafetta, que
acompañó a Fernando de Magallanes en su viaje alrededor de la Tierra, menciona
en su crónica de la travesía que el "Corpo Santo" o "Santo
Elmo" permanecía a la vista más de dos horas. Por poner
un ejemplo mucho más reciente, en el observatorio meteorológico del Hoher Sonnblick (Alpes austríacos) se han obtenido fotografías del fuego de San Telmo
en diversas ocasiones, registrándose una duración del fenómeno de incluso
varias horas.
También se ha sugerido que los fenómenos observados en
1591 pudieron ser manifestaciones del rayo globular (Robles, 2017), aunque con
una duración “absolutamente excepcional” que plantearía nuevas incógnitas.
Creemos que es innecesario postular este controvertido fenómeno cuando ya
existe otro bien conocido capaz de explicar los hechos.
Volviendo al fuego de San Telmo, los tamaños sugeridos
por el escribano (sombrero pequeño, luz de vela) son compatibles, por ejemplo,
con la longitud de 4-6 pulgadas ó más (10-15 cm) que asignaban al fenómeno en
los mejores casos registrados en el observatorio meteorológico escocés de Ben
Nevis a finales del siglo XIX (Rankin, 1889).
Lo mismo puede decirse de la intensidad luminosa. Recordemos que la luz más brillante descrita por el escribano “casi” permitía ver las tejas del tejado mientras que la segunda luz no alcanzaba el brillo de una luz de vela, indicaciones ambas de una luminosidad relativamente modesta. En la práctica, el fuego de San Telmo sólo es visible en condiciones nocturnas, con baja iluminación ambiental. En este contexto, llama la atención que las luces le cegaran la vista a una vecina que las observó a mayor distancia, pudiendo tratarse de una exageración. También puede parecer problemático que llegaran a ser observadas desde la hacienda de Santa Inés, a más de dos kilómetros de distancia, pero no hay que olvidar las condiciones de extrema oscuridad (noche sin luna, cielo presumiblemente encapotado y total ausencia de alumbrado artificial –no se veía ninguna otra luz en toda la villa, como atestiguaron los observadores−).
Por cierto, la descarga de efecto corona del fuego de
San Telmo suele estar acompañada de un ruido audible similar a un siseo
(Rankin, 1889) o una crepitación. Así que es posible que los “zumbidos como
silbos” que supuestamente emitía la cruz de Montesa (no la de Caravaca) al
utilizarse para conjurar tempestades, al tiempo que aparecían luces a su
alrededor, podrían tener una base real después de todo.
Fuego de San Telmo en la aguja de la catedral de Notre Dame de París (ilustración publicada en L'atmosphère: météorologie populaire [1888] de C. Flammarion).
Los otros tres casos de fenómenos luminosos asociados a la Cruz de Caravaca sucedieron a principios del siglo XVIII. Los conocemos a través del testimonio en primera persona del propio Martín de Cuenca (1722; pp. 307-308 y 316), que desde 1696 era Capellán Mayor de la Real Capilla de la Santísima Cruz, sita en el castillo de Caravaca. En todos los casos observó las luces desde el "conjuratorio", en compañía de otras personas, mientras procedía a conjurar una tempestad en curso. Otra característica común fue la inmovilidad de las luces a pesar del viento y las precipitaciones.
A continuación resumimos el resto de características de cada caso:
FECHA: “18/9/1705” (madrugada
del 19/9/1705)
HORA: "como à la vna de la noche"
DURACIÓN: “tres quartos de hora, que fuè el tiempo que durò la nube”
FENÓMENO: “dos luzes muy hermosas, y resplandecientes”; su
resplandor era “como de hachas blancas” [Hacha: vela de cera, grande y gruesa,
de forma por lo común de prisma cuadrangular y con cuatro pabilos.]
SITUACIÓN: Una “se puso sobre el tejado que cubre el
conjuratorio, al igual de las tejas, y en el ayre desviada de ellas como vn
palmo” [unos 20 cm]. “La otra se puso à la otra esquina de dicho tejado, en la
misma proporcion”.
FECHA: 30/7/1713
HORA: “como à las ocho de la noche”
DURACIÓN: “mas tiempo de vna hora”
FENÓMENO: “vimos vna gran claridad, y registramos salia de
quatro luzes (...) muy blancas, y resplandecientes”
SITUACIÓN: “dos en cada esquina de el tejado que cubre el conjuratorio”; “estaban como à distancia de media vara [unos 40 cm] de dicho tejado, en el ayre”
FECHA: 13/8/1713 (“passados catorce dias” del caso
anterior)
HORA: (No se indica)
DURACIÓN: “como por espacio de poco mas de media hora”
FENÓMENO: “otras quatro luzes, que parecian las mismas de la
noche antecedente”; “de el mismo tamaño, color , resplandor, y forma que las
dichas luzes antecedentes”
SITUACIÓN: “en los mismos sitios” (que las de la noche antecedente)
Hay que añadir que, en el primer caso, se sintió “vna fragrancia mas celestial que humana en todo el conjuratorio, que durò por mas de treinta dias”.
El santuario que hoy conocemos, ubicado donde antes se
encontraba la torre de la Vera Cruz, fue inaugurado en 1703, antes de estos
sucesos (si bien la portada barroca se culminó décadas más tarde). El
Conjuratorio, situado en su parte superior, sería el mismo al que hace
referencia Cuenca y aún sigue utilizándose. Por consiguiente, los sucesos
habrían sucedido en el mismo lugar que la observación de 1591, pero en un
contexto arquitectónico diferente.
Santuario de la Vera Cruz de Caravaca (s. XVII): en
verde se ha señalado la situación del Conjuratorio y la orientación de sus
balcones, coincidiendo aproximadamente con los puntos cardinales.
La primera imagen es una vista aérea parcial de Caravaca mostrando el castillo y el santuario (foto: Sebastien Pigneur). El resto de imágenes muestran diversas vistas del santuario y el Conjuratorio, un estrecho corredor que circunda la cúpula del crucero de la iglesia por el exterior del templo (Google Maps/Street View).
Rituales de bendición desde el Conjuratorio durante el
presente siglo. (Foto superior, foto inferior)
Como ha señalado Diego Marín (2017; pp. 103-104),
Martín de Cuenca Fernández-Piñero “era un
fantasioso que no tuvo inconveniente alguno en recurrir a cualquier fuente que
le interesara para apoyar sus fabulaciones”, resultando que la historia que
escribió “en lo tocante al pasado de
Caravaca se trata de una obra atrasada para su tiempo y que lo único que
consiguió fue aumentar la desinformación popular durante varios siglos”.
Pero también considera que su obra es “tremendamente
valiosa cuando narra las cosas que él vio personalmente o sucesos y tradiciones
de su época”.
En esta ocasión, Cuenca es bastante austero en el
relato y no se prodiga en interpretaciones religiosas. Si a esto unimos que
menciona con nombre y apellido a varios de los ilustres testigos que lo
acompañaban en los casos de 1713 (su libro se imprimió en 1722, cuando aún no
había pasado una década), parece improbable que estas historias fueran pura
invención.
Igual que ocurría con el suceso de 1591, la
explicación del fenómeno como rayo globular (Robles, 2017) no se sostiene, en
vista de la multiplicidad de luces, la repetida manifestación en el mismo lugar
y, sobre todo, la duración extraordinariamente larga en todos los casos. Por
otro lado, también parece poco verosímil que todo se debiera a astros
brillantes (estrellas, planetas) observados a través de algunos claros en las
nubes, en cuyo caso las distancias al tejado habría que interpretarlas como
indicaciones relativas, no absolutas, de la posición de las luces. De todas
maneras, desconociendo las direcciones en que se veían éstas (no se indican y
ni siquiera se especifica en qué balcón del Conjuratorio se encontraban los
observadores) tampoco se pueden hacer las verificaciones astronómicas
oportunas.
De nuevo, la explicación más verosímil sería el fuego de San Telmo, resultando coherente su ubicación en las esquinas del tejado, en tanto que elementos puntiagudos o sobresalientes del entorno. No obstante, la separación entre las luces y el tejado −de unos 20 cm ó 40 cm, según el caso− sería un detalle totalmente anómalo.
La “fragancia” que supuestamente habría permanecido
más de un mes en el Conjuratorio tras la observación de 1705 no es un efecto
que pueda relacionarse con el fuego de San Telmo. La descargas en corona en el
aire producen ozono y éste tiene un olor característico, pero está lejos de
parecer “celestial” y apenas habría perdurado más allá del tiempo en que se
produjo el fenómeno.
Esperemos que algún día salga a la luz el testimonio de alguno de los otros observadores, para poder contrastar lo expresado por Cuenca y aclarar los detalles más problemáticos del caso.
Para
terminar, no podemos dejar de señalar un episodio poco conocido de fuego de San
Telmo que tuvo lugar 70 Km. más al norte, en el castillo de las Peñas de San
Pedro (Albacete), mucho antes de los sucesos arriba mencionados. Se trata de
una observación multitudinaria y atestiguada notarialmente que estuvo en el
origen de la devoción a una Santa Cruz para la que se erigió una ermita. La
devoción acabó perdiéndose en el siglo XIX dejando atrás una historia de
altibajos que incluyó prodigios y curaciones milagrosas (Sánchez, 2006).
A lo largo de la noche del 24 al 25 de mayo de 1517, con tiempo tormentoso, se observó durante horas pero con diversas interrupciones un fenómeno con apariencia de "llamas" (tres o cinco, según la ocasión) en una pequeña cruz de madera a la intemperie. Las mismas "llamas de lumbre" aparecieron en la punta de algunas espadas desenvainadas. Pocas dudas caben de que en este caso se observó el fuego de San Telmo
También
se indica que, ya bien entrada la noche, se vio “venir vna estrella hecha lumbre abajandose asta que dio enzima de la
Cruz". Esta observación en concreto ha sido relacionada con el rayo
globular (Sánchez, 2006; p. 159), pero la información es tan escueta que no
permite descartar del todo otras explicaciones (¿meteoro?).
REFERENCIAS
Tahoces, Clara (1999). Caravaca, ¡Qué Cruz!. Más
Allá, nº 127 (septiembre 1999).
García Atienza, Juan (1983). Guía de la España mágica. Ediciones Martínez Roca (Barcelona).
Robles Corbalán, Juan de (1615). Historia del
mysterioso aparecimiento de la Santissima Cruz de Carabaca e innumerables
milagros que Dios Nuestro Señor ha obrado y obra por su deuocion. Imprenta
de la viuda de Alonso Martín (Madrid).
Cuenca Fernández Piñero, Martín de (1722). Historia Sagrada de el compendio de las ocho maravillas del mundo, del non plus ultra dela admiración y del pasmo, de el emporio, donde se hallan los portentos mas singulares: de un lignum-crucis, que se compone de cuatro brazos: de la quintaesencia y mas principales partes del Sacrosanto madero y dulce leño, en quemurió el Rey de los Cielos y de la Tierra, y el segundo Adan, nuestro redentor Jesucristo: de la Santisima Cruz de Caravaca. Imprenta de la viuda de Juan
García Infanzón (Madrid).
Pozo Martínez, Indalecio (2011). Un manuscrito jesuita del Siglo XVIII sobre la hacienda de Santa Inés(Caravaca). Murgetana, Nº 124, pp. 59-98. Real Academia Alfonso X el Sabio
(Murcia).
Marín Ruiz de Assín, Diego (2017). Los falsos cronicones en la historiografía murciana de los siglos XVII y XVIII. Murgetana, Nº 136, pp. 85-114. Real Academia Alfonso X el Sabio (Murcia).
Pozo Martínez, Indalecio (2007). A propósito del testimonio de un milagro de la Cruz de Caravaca conservado en la British Library. Revista de las Fiestas de la Cruz, pp. 3-9. Comisión de Festejos de la Cofradía de la Santa Cruz (Caravaca). [Referencia no consultada]
Fernández García, Francisco (2013). 7 de Noviembre de 1591: Misteriosas luces sobre el Castillo de Caravaca. El Noroeste, 10/8/2013 (Caravaca de la
Cruz).
Robles, Bernardo (2017). Rayos globulares en Caravaca. La Verdad, 28/11/2017 (Murcia).
Escolano, Gaspar (1611). Segunda parte de la Decada primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y reyno de Valencia. Pedro Patricio Mey (Valencia).
Bleda, Jaime (1600). Quatrocientos milagros y muchas alabanças de la Santa Cruz, con vnos tratados de las cosas mas notables desta diuina señal. Pedro Patricio Mey (Valencia).[Referencia no consultada]
Guerrero Brotons, Javier (2020). Transformaciones urbanas en Caravaca de la Cruz (Murcia): Cien años descuidando su identidad territorial y cultural (1918-2018). Trabajo Fin de Grado en Fundamentos de la Arquitectura. Universitat Politècnica de València (Valencia).
Rankin, Angus (1889). St. Elmo's Fire on Ben Nevis. Nature, vol. 40, pp. 439-440.
Sánchez Ferrer, José (2006). La Santa Cruz del castillo de las Peñas de San Pedro : ensayo sobre una devoción perdida. Instituto de Estudios Albacetenses "Don Juan Manuel" (Albacete).
2 comentarios:
Soy seguidor de su blog desde hace tiempo,y tengo que decir que las últimas entradas dedicadas a analizar los casos presentados en el libro "wonders in the sky",me están pareciendo las menos interesantes de todas...
Estamos de acuerdo en que el planteamiento de dicho libro es disparatado,y querer encontrar explicaciones naturalistas a lo que es obvio que son (mayormente) piadosas leyendas medievales se me antoja un poco pretender matar moscas a cañonazos.
Me parece un poco como el sinfin de estudiosos que han pretendido dar una explicación "científica" a la estrella que guió a los reyes magos a Belén,cuando el más elemental sentido común nos permite calificar dichos relatos como mitológicos sin más.
Yo,personalmente,preferiría volver al análisis de casos más "contemporáneos".
Reciba un cordial saludo.
Gracias, José Martín. Lo tendré en cuenta.
Saludos.
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