Iker Jiménez, en Enigmas sin resolver (Edaf, 1999), incluye la observación citada anteriormente en el apartado, Ovnis sobre el pueblo maldito y lo relata de la siguiente manera:
“...Uno de los episodios más impresionantes al respecto fue el que le tocó vivir a un fornido agricultor de Navarrete, otra localidad próxima a Ochate. A las 23.15 horas del 17 de agosto de 1978, A. R. se encontraba regando su pequeño huerto. En un principio no prestó atención a una luz blanca, no más grande que una estrella, que parecía avanzar proveniente del norte (dirección Ochate). A los pocos segundos, y sin tiempo para reaccionar, algo parecido a una gigantesca pelota de rugby se le echó encima, descendiendo casi a ras de suelo. Atemorizado, R. se ocultó en un pequeño cobertizo al tiempo que veía cómo el aparato remontaba el vuelo dividiéndose repentinamente en tres objetos parecidos y de un tamaño semejante. Alineados, los tres ovnis aceleraron en el más absoluto silencio hacia unos montes próximos. Tras un corto vuelo cayeron a tierra. El testigo, que comenzó a ser invadido por una fuerte sensación de sopor y mareo, puso pies en polvorosa, preso de una gran excitación, dejando allí todos sus aperos de labranza.” (Pág. 59-60)
El texto en negrita es mío. Un poco más adelante tendremos oportunidad de comparar estos datos con lo que expone, sobre el asunto, el testigo.
Cualquier lector que examine la versión de Jiménez podría creer que se trató del cuasi-aterrizaje de un ovni. Sin embargo, el avistamiento se desarrolló de otra forma. Tengo el testimonio de A. R. por escrito (para que no haya dudas) y, para empezar, en él podemos leer que el fenómeno luminoso pudo ser visto desde muchos pueblos de la zona (Bernedo, Angostina, Santa Cruz de Campezo, etc.). O sea, que hubo cientos de observadores y no uno, como se desprende del relato citado anteriormente.
El fenómeno luminoso, que era una luz esférica de un tamaño aparente como el de la Luna llena, surcó el cielo de oeste a este. Eran las 23:00 horas de una noche despejada y agradable del mes de agosto de 1978. Vamos a dejar como día aproximado de observación el indicado por Jiménez (el 17 de dicho mes) ya que, en el momento del avistamiento era visible la Luna.
El observador se encontraba en el interior de su vehículo escuchando música y cuidando el tractor, porque estaba regando, en el río Ega. La sorprendente luminaria se desplazaba a unos 20º sobre el horizonte y el testigo estima su altura en unos 700 metros. ¡La observación duró unos 8 segundos! A continuación transcribo el relato que A.R. hizo de su avistamiento:
“Me encontraba en el interior del coche escuchando la radio y cuidando el tractor ya que estaba regando. Eran las 23:00 horas de la noche, una noche estrellada y cálida. De repente, vi como una luz se acercaba a mí. Pensé que era la de un vehículo pero al bajar por encima del río me di cuenta que no era ningún vehículo, ya que ningún camino baja paralelo al río. Esta luz procedía del oeste. Para cuando me di cuenta, la luz ya la tenía cerca de mí y ésta al aproximarse se elevó por encima del coche y tuve que volver la cabeza hacia mi izquierda para ver cómo se alejaba hacia el este. Al llegar al horizonte se dividió en colores. A mí me pareció que había caído un pueblo más abajo pero los de ese pueblo vieron lo mismo y como había caído más abajo y así sucesivamente. Al pasar por encima mío, como he mencionado antes, el pelo de los brazos junto a la piel se me pusieron de gallina. Esto fue, más o menos, todo.”
Como podrán deducir del relato, A.R. se encontraba mirando hacia el Sur y la “extraña” luz se desplazó (desde el punto de vista de este observador) de derecha a izquierda por el horizonte Sur. Por lo tanto, Ochate, que está ubicado hacia el Nor-oeste de la posición del testigo, le quedaba practicamente a la espalda. Otro detalle: A.R. no dice nada de sopor y mareo ni que abandonase el lugar presa de gran excitación y dejando todos sus aperos de labranza.
El fenómeno se produjo a mucha más altura que la estimada por el testigo, puesto que fue observado por pueblos enteros. Si, además, tenemos en cuenta el amplio trayecto recorrido en el cielo y la brevedad de la observación (unos 8 segundos), estamos, sin duda, ante: ¡Una manifestación espectacular de un bólido!
Gracias a las consultas de V-J Ballester Olmos, queda descartado el origen artificial (reentrada de chatarra espacial) de la llamativa aparición. Por desgracia, no hay registros de bólidos observados hace tanto tiempo. Casualmente, el día 18 de agosto se produce el máximo de un radiante muy activo, las Kappa Cígnidas (del 2 al 28 de agosto), que presenta en ocasiones espectaculares bólidos (Josep María Trigo, Meteoros: fragmentos de cometas y asteroides, Sirius, 1996). Sin embargo, la mayoría de los superbólidos no están asociados a ningún enjambre meteórico y suelen ser imprevisibles (Josep M. Trigo et al., Bólidos: cómo estudiarlos y distinguirlos de otros fenómenos luminosos. 2005).
1 comentario:
¿Pero es que nadie piensa ponerle una camisa de fuerza a Iker Jiménez?
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